sábado, 21 de diciembre de 2019

El precariado se rebela, por Guy Standing

El precariado se rebela en todo el mundo. En las últimas semanas ha demostrado su valentía en las calles y las plazas de Chile. También en las manifestaciones masivas del Líbano, en las acciones de los chalecos amarillos en Francia, y en Hong Kong. La indignación ha alcanzado un límite. La revuelta está en el aire.../... En todos los casos hay un hecho concreto, a menudo pequeño, que sirve de detonante, y el objeto de las revueltas varía. Pero lo que convierte el resentimiento por las desigualdades y la inseguridad en una rebelión abierta es la doble sensación de que las políticas económicas y sociales —y las instituciones que las promueven— están moralmente corruptas y de que es deseable y posible construir una realidad alternativa.../... ¿Está justificada la revuelta? Es una pregunta difícil. Equivale a reconocer que los cauces democráticos normales están obstruidos y corruptos. Existe un sentimiento cada vez más extendido de que, con el recurso a lemas simplistas, las relaciones públicas y unos medios de comunicación que están sobre todo en manos de la plutocracia, es posible manipular a suficiente gente como para preservar el modelo neoliberal.../... Y está por venir una pregunta aún más aterradora. ¿Está el Estado neoliberal construyendo poco a poco un aparato autoritario en el que las técnicas de vigilancia y otras similares puedan organizar movimientos en contra o permitir protestas de masas ocasionales y seguir adelante con impunidad? Los comentaristas señalan que, en los dos últimos decenios, ha habido más protestas masivas que nunca y, sin embargo, la situación ha empeorado. Existe un verdadero peligro de control autoritario. Si la energía del proletariado educado es capaz de movilizar nuevos movimientos progresistas, aún estaremos a tiempo de construir una política del paraíso para vencer nuestros peores miedos. Pero ese tiempo está acabándose. LEER

Socializar los algoritmos, por José María Lassalle

La ley que gobierna la revolución digital se llama el algoritmo. No es democrática. Tampoco nace de la soberanía del Estado, aunque condiciona más que una ley estatal. Estamos ante un producto que ordena y calcula a partir de datos y que, bajo la economía de plataformas, gestiona nuestra existencia cotidiana. Por lo menos la que tiene que ver con los contenidos y las aplicaciones que consumimos diariamente a través de dispositivos inteligentes.../... Hablamos de una norma matemática que predice y prescribe nuestra conducta. Incide en nuestra manera de ser en las redes y percute en nuestro inconsciente, así como en la reputación personal, profesional, laboral, sentimental e, incluso, política que acompaña nuestra vida. LEER

Todos catalanes, por Enric González

Cuando se hizo evidente que el franquismo se desmoronaba y mutaba en algo distinto, hacia 1976, sentí un malestar bastante profundo. Cosas de los 17 años. Crecí más o menos convencido de que ser catalán consistía en sufrir represión y opresión y estar en el bando correcto de la historia. ¿Qué iba a ocurrir tras el cambio político? ¿Íbamos a perder el dulce romanticismo de las reuniones semiclandestinas, la complicidad del nosotros contra ellos, la discreta heroicidad de acudir a manifestaciones prohibidas? Entiéndase que por entonces los riesgos eran mínimos y que “ellos” no eran otros que los que mandaban; por entonces, Barcelona (la real) y Madrid (la real) vivían un romance. Puestos en lo concreto, para mí “ellos” eran esos antidisturbios de gris, tan salvajes como idiotas, que daban palos en La Rambla. Nunca, desde entonces, he logrado mirar con simpatía a un policía. Lo siento. Sé que de aquello hace casi medio siglo y que entre ellos hay de todo. Pero sigo sin fiarme de ninguno.../... Miremos cómo estamos. Los independentistas que toman las calles, sin distinción entre los que se manifiestan y los que destrozan, se sienten oprimidos y reprimidos y en el lado correcto de la historia. Quienes se manifiestan este domingo a favor de la unidad de España y la Constitución, y añadamos también a los franquistas del aguilucho, por qué no, se sienten oprimidos y reprimidos y en el lado correcto de la historia. Y esa amplia mayoría que se queda en casa harta y hastiada, dolorida porque el país no tiene arreglo, se siente oprimida y reprimida y en el lado correcto de la historia.../... Y ya está. Todos tienen razón. Qué bonito es ser catalán. LEER

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Paul Preston, "El desarrollo del capitalismo ha alentado la corrupción"

La corrupción también puede dar risa. En España se ha trampeado con dinero público para adjudicar el monopolio del exterminio de ratas, se han colocado urnas en pocilgas o tejados para disuadir la participación electoral, se han deconstruido y volatilizado del paisaje monasterios históricos a golpe del talonario de William Randolph Hearst y se ha favorecido la instalación de ruletas trucadas en casinos por parte de todo un presidente del Gobierno de la Segunda República, Alejandro Lerroux. Pero las 775 páginas (168 de notas) del nuevo libro de Paul Preston, Un pueblo traicionado (Debate), que sale a la venta el próximo jueves 24, producen sobre todo un desasosiego incómodo: la corrupción ha corroído la espina dorsal del Estado durante los últimos 140 años.../... El enriquecimiento inmoral se generaliza, empezando por los dictadores. Franco se camufló durante años bajo una falsa austeridad pese a que comenzó a engordar su patrimonio desde los días crudos de la guerra. Entre 1937 y 1940 acumuló una fortuna personal de 34 millones de pesetas de la época. “Una fuente importante de liquidez para Franco era su apropiación de suscripciones teóricamente organizadas para cubrir el coste del esfuerzo bélico de los rebeldes. Por lo general, la contribución a estas iniciativas era obligatoria. Los ingresos se mantenían normalmente en secreto, lo que facilitaba la transferencia de fondos a una de las cuentas bancarias de Franco”, sostiene el hispanista en su libro. A partir de 1940, la Compañía Telefónica Nacional de España redondeó sus ingresos con 10.000 pesetas mensuales y, como desveló Ángel Viñas en La otra cara del caudillo (Crítica), obtuvo siete millones y medio de pesetas por la venta en el mercado negro de café donado al pueblo español por el dictador brasileño Getúlio Vargas. “La fortuna que dejó al morir ascendía al equivalente de más de 1.000 millones de euros de 2010”, señala Preston.../... La alianza entre corrupción e incompetencia política, escribe, “ha tenido un efecto corrosivo sobre la coexistencia política y la cohesión social”. En dos siglos: cuatro guerras civiles, más de 25 pronunciamientos, unas cuantas revoluciones sangrientas limitadas en el tiempo y en el espacio (Cataluña, Asturias…), la pérdida definitiva de los restos de un imperio y la catástrofe de Annual. Una pésima digestión para los militares, que durante muchas décadas se dedicaron a combatir al enemigo interior. “En gran parte gracias a la entrada en la OTAN y a las reformas de Narcís Serra, el Ejército y las fuerzas de seguridad han cambiado mucho”, elogia Preston.../... LEER

viernes, 29 de noviembre de 2019

El desfile de modelos, por Enric González

Veamos desfilar también los modelos europeos. En España, Vox proclama que el Estado autonómico que establece la Constitución es caro y disfuncional y quiere suprimirlo. Prefiere la discreta elegancia de un sistema centralista como el francés, que ha logrado convertir París y dos o tres ciudades más en fortines contra los que se alza una Francia suburbana y rural con servicios públicos de segunda clase. Muchos admirábamos el inefable montaje británico, que sin Constitución escrita y a base de tradiciones y sobrentendidos logró combinar durante muchísimos años los ideales de libertad y orden; ahora combina a Boris Johnson, Jeremy Cor­byn y el duque de York con el salto al vacío del Brexit. LEER

Entrevista a Thomas Piketty (El País, 24/11/19)

P. Propone un impuesto del 90% sobre el patrimonio de los más ricos. ¿Por qué el 90% y no expropiarlos? R. El objetivo es hacer circular la propiedad, permitir que todo el mundo acceda a ella. El impuesto sobre la propiedad permitiría financiar una herencia para todos de 120.000 euros a los 25 años. Ahora la mitad de la población no posee patrimonio. Aunque uno tenga un buen diploma y un buen salario, puede que una parte importante del salario sirva para pagar toda la vida un alquiler a hijos de propietarios y carezca de medios para crear su propia empresa. P. ¿Todos propietarios? R. Quiero una sociedad en la que todo el mundo pueda tener algunos centenares de miles de euros, y en la que algunos que crean empresas y tienen éxito tengan unos millones de euros, quizá a veces unas decenas de millones de euros. Pero, francamente, tener varios centenares o miles de millones no creo que contribuya al interés general. Hoy tenemos muchos más ricos con mil millones o más en Estados Unidos que en los años sesenta, setenta u ochenta. La promesa de Ronald Reagan en los años ochenta era que se reducirían los impuestos para los empresarios y que, aunque esto crearía más desigualdades, no sería grave porque habría tanta innovación y crecimiento que los salarios e ingresos aumentarían como nunca. Lo que se observó fue que el crecimiento se dividió en dos. LEER

La invisibilidad del poder, por Jordi Gracia

La impugnación del relato teológico y teleológico de la Transición fue una campaña antigua en él, pero lo fue también la crítica decidida, dura y metódica a la relajación inexplicable de los controles del poder por parte de los socialistas: el empantanamiento grogui en la corrupción sistémica hasta 1996 fue el acicate para redactar (y dejar inédito) Corrupción y política: los costes de la democracia. Ese fue también Pradera, cuando ya no dirigía Alianza Editorial pero meditaba a distancia sobre las complejidades de la democracia como codirector, con Fernando Savater, de Claves de razón práctica, y se asomaba al examen de la Transición y la democracia para aparecer, a vista de hoy, como el mejor analista que ha tenido aquel proceso y el primer y más corrosivo crítico de sus auténticas flaquezas. LEER

Entrevista a Michael Fullan (El País 26/11/19)

P. ¿Por qué es tan importante que los docentes trabajen conjuntamente para cambiar el sistema? R. Antes de dedicarme a asesorar a los Gobiernos era investigador. Uno de mis trabajos mostró que cuando los profesores están en el aula solos no lo hacen tan bien como cuando colaboran. Es un fallo histórico de la profesión, el aislamiento en el aula. La mentalidad es la de 'estoy solo en mi clase y no quiero que nadie me moleste'. Eso conlleva una limitación; solo aprenderá nuevos contenidos que estén a su alcance, se pierde la riqueza de los descubrimientos de sus colegas. Si el Gobierno impone el trabajo colaborativo entre docentes, por ejemplo, compartir un aula, no funcionará. La estrategia para el cambio tiene que ser sofisticada. Los buenos resultados llegan cuando los directores promueven esa colaboración. El modelo vertical no funciona. Los países que han intentado imponer nuevas reglas han fracasado. Desde que PISA empezó a medir los resultados internacionales en el año 2000, la mayoría de los países siguen estancados en los mismos resultados. Es una consecuencia directa de las malas políticas educativas. LEER

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Vuelta al pasado, por Julio Llamazares

Cuarenta años de democracia —30 de ellos integrados en Europa— han hecho creer a muchos españoles que nuestra historia no es la que fue y que nuestra tradición democrática es la misma que la de los franceses o los ingleses. Y no es así. Los españoles venimos de donde venimos, esto es, de siglos de intolerancia y enfrentamientos entre nosotros y de una dictadura que laminó cualquier intento de convivencia y cuyas consecuencias perviven en el tiempo. Si a ello le añadimos un atraso cultural afortunadamente muy mitigado en estas últimas décadas y un patriotismo mal entendido que pervive en amplias capas de la población y que nada tiene que ver con la de los habitantes de los países de nuestro entorno, para los que el patriotismo es un sentimiento, no una ideología, tendremos la explicación a las diferencias que caracterizan a la política española, comenzando por su exacerbación. Parece que es imposible que nuestros políticos hablen con normalidad. Siempre están al borde del enfrentamiento. LEER

domingo, 3 de noviembre de 2019

Prohibido romperse, por Eparquio Delgado

La resiliencia se parece bastante a un cuadro de Monet. De lejos fascina, pero al acercarte se desdibuja y se convierte en una amalgama de trazos inconexos. La mayoría de las definiciones aportadas hasta el momento hablan, de una u otra manera, de un afrontamiento positivo en respuesta a la adversidad, lo que no hace más que desplazar el problema (¿A qué llamamos “afrontamiento positivo”? ¿Qué es objetivamente una “adversidad”?). No está claro si se trata de una capacidad, una competencia o una habilidad. Si se refiere a un proceso o a un resultado. Si se trata de un fenómeno estable o cambiante en el tiempo, o si debe ser abordada como un rasgo o como un fenómeno interactivo. Todo el mundo habla de resiliencia, pero nadie consigue identificarla con rigor. A pesar de que la investigación sobre la resiliencia ha insistido en el papel de los vínculos familiares, el apoyo social, los cuidados y el ambiente del individuo como factores de protección ante las adversidades, las intervenciones se han centrado principalmente en promover características individuales como la flexibilidad, la autoestima, la perseverancia y las estrategias de solución de problemas. LEER

Puedes tenerlo todo, por Antonio Muñoz Molina

El único sitio del mundo donde el edén virtual se ha cumplido, aparte de en los anuncios, es en Cataluña. Solo allí es posible disfrutar al mismo tiempo de una cosa y de su contraria, elegir algo y seguir teniendo algo más. Se puede presidir el Gobierno establecido y al mismo tiempo ponerse a la cabeza de una sublevación, todo eso cobrando un sueldo que es el doble del que cobra el presidente del Gobierno opresor. Se puede participar en una huelga de estudiantes universitarios y al mismo tiempo no perder el curso, dado que las autoridades académicas, con paternal y maternal indulgencia, suprimen el estorbo de los exámenes parciales, a fin de que esos jóvenes puedan ejercer su rebelión sin llevarse sinsabor alguno. Puedes imaginarte que participas en una especie de temeraria intifada, emboscado bajo la capucha de una sudadera de marca, tirando piedras y bengalas contra la policía, y al día siguiente tus padres se manifestarán quejándose de que los guardias invasores no te trataron con el mimo que mereces. Se puede repetir esa consigna escalofriante, “Las calles serán siempre nuestras”, y al mismo tiempo considerarse víctima de unas “fuerzas de ocupación”, uniendo así la jactancia del que manda con la dignidad moral del oprimido. Solo en la Cataluña de ahora está permitido hacer gala de un pacifismo entre evangélico y gandhiano y al mismo tiempo celebrar las oportunidades de “visibilización” que ofrece la violencia vandálica. Por la noche se puede uno dar el gusto de quemar autobuses y contenedores de basura y a la mañana siguiente encontrará que unos operarios diligentes han remediado los destrozos, y que junto a esa misma marquesina que derribó o incendió anoche volverá a detenerse a su hora otro autobús intacto que no solo lo llevará a su destino, con gran comodidad y a un precio conveniente, sino que además podrá ser incendiado a su vez esta noche. Puedes tenerlo todo. Puedes viajar en el tren y puedes cortar las vías. En lugares menos avanzados, los trabajadores que van a la huelga pierden días de salario y corren el peligro de perder también el trabajo. Tú puedes declararte en huelga y como los activistas que la convocan son también tus superiores recibirás felicitaciones en vez de sufrir represalias. Puedes declararte víctima y mártir de la represión y lanzar a un policía una piedra o un objeto metálico que le atraviese el casco y le rompa el cráneo y dé con él, entre la vida y la muerte, en la UVI de un hospital. Si se da el caso de que te guste la ópera, puedes disfrutar de una función de gala en el Liceu, y además de beneficiarte de los muchos millones que puso el Estado para financiar su rápida reconstrucción después del incendio, tendrás el privilegio añadido de gritar consignas contra la opresión que dicho Estado te hace padecer. Puedes llamar perros, simios, hienas con forma humana a los que consideras tus adversarios, y a la vez sostener, con la conciencia perfectamente limpia, que los xenófobos son ellos. Puedes quedarte ronco exigiendo libertad de expresión y al mismo tiempo sumarte a un grupo amotinado para suprimir la libertad de expresión de otros más débiles que tú. Puedes hacerte selfis joviales delante de la hoguera que amenaza una casa de vecinos o una gasolinera, y luego compartirla en las redes sociales, y a la vez sentir que formas parte de uno de esos pueblos avasallados durante siglos, judíos o negros sudafricanos o kurdos. Puedes tener un yate imponente y una mansión en la Costa Brava y caldearte por dentro con la seguridad moral de los perseguidos y la adrenalina ardiente de los revolucionarios con solo plantar una bandera estelada sobre el tejado de la mansión o el mástil del yate; y cenar langosta en cubierta y a la vez imaginarte que formas parte de la tripulación del Granma y vas a empezar una sublevación como la de Fidel Castro contra Fulgencio Batista. Siempre habrá quien acabe pagando: quien recoja los cristales rotos y las bolsas de basura reventadas, ataje el fuego, procure restablecer a su alrededor algo de cordura. Asombrosamente, son los más responsables los que mejor saben ponerse a salvo de cualquier consecuencia de lo que ellos mismos desataron. Vivir como en el interior de un anuncio en el que puede tenerse al mismo tiempo todo ha sido siempre un privilegio de clase. LEER

viernes, 1 de noviembre de 2019

Entrevista a Emilio LLedó, 26/10/17

Creo que cualquier bandera entorpece. Lo que tenemos que tener es una bandera de justicia, de bondad, de educación, de cultura, de sensibilidad, de filantropía, otro sustantivo maravilloso de los griegos, el amor a los otros. Pero trazar fronteras me parece una equivocación. No lo entiendo. Ahora hay que ser un poco radical y un poco generoso, y entender y estudiar. Yo me sentí en mi país desde los Pirineos hasta la isla más al sur de Canarias. Me parece un terrible error, porque se están olvidando problemas mucho más importantes de nuestro país con esta historia de los nacionalismos, se están olvidando de la corrupción de un lado y de otro. Hay un gran señor de un nacionalismo que vendió su ideología y tiñó el nacionalismo de la patria y resulta que lo que verdaderamente estaba haciendo era llevándose el dinero a Andorra. Pues nadie habla de eso. Tampoco se habla de los Bárcenas ni de los Ratos. LEER

domingo, 27 de octubre de 2019

La destructiva lógica kamikaze, por Jordi Gracia

La única vía de salvación que le queda a Puigdemont es la perpetuación de Torra en la Generalitat. Juega ya fuera del juego institucional y cocina a solas sus decisiones y sus tsunamis: sin que lo supiesen ni ERC ni su propio partido, acaba de proponer una nueva votación para ejercer el derecho de autodeterminación, inmediatamente después de recibir el 16 de octubre el apercibimiento del Constitucional contra esa pretensión. Nadie ya podrá mejorar los niveles de indigencia institucional de Torra, y su última oportunidad consiste en agitar la ingobernabilidad para forzar a Pedro Sánchez a gobernar la agitación, intervenir la autonomía y cargar así de razones a Torra para la victimización épica. Es el auténtico señuelo que habría que evitar a toda costa, y mientras se pueda. El único agente político que puede plantarse hoy ante esa estrategia es ERC. El momentum que sueña Torra no parece a la vista, pero sí el momento de ERC para hacerse con el control del campo independentista. Porque el malo de esta fase de la película no ha de ser Pedro Sánchez, sino una ERC escarmentada tras el profundo error que empezó el 6 de septiembre y culminó el 27 de octubre. Lo único que de veras puede cambiar las cosas para el independentismo democrático es una mayoría electoral incuestionable, amplia e inequívoca. LEER

Un campeonato de barbaridades, por Manuel Rivas

En la vida política española, y con la excitación de las vísperas electorales, se habla mucho de fragmentación, de hiperliderazgos, de inconsistencia y oportunismos, pero yo ahí comparto la visión de Torito: “La empiezan a zapallazo limpio”. El principal problema es que no hay estilo. La exhumación de Franco, y el desmontaje simbólico de Cuelgamuros como lugar celebratorio de la dictadura, podría ser la gran ocasión para sepultar mentalmente la pulsión autoritaria en la política. Sepultar en capas geológicas la triste historia de los absolutismos y tiranías, con sus secuelas de muerte, tormentos, prisiones y exilios. ¿Cómo cuantificar el tiempo de vida perdido? La única medida que puede compensarlo es la melancolía activa de la esperanza. Es difícil llegar a un acuerdo común sobre lo que queremos. Pero sería relativamente sencillo acordar lo que no queremos. Ante el cuadro de Goya Duelo a garrotazos, solemnizar ese juramento: nunca más. Nunca más España y anti-España, nunca más amigos y enemigos. La exhumación era esa oportunidad de la derecha nostálgica para saltar con buen humor del diván donde la tiene sujeta el síndrome de Creonte, el tirano que ­desoyó a Antígona cuando esta le reprochó la inhumanidad de humillar a los vencidos y no permitir el duelo a las familias. Por el contrario, causa estupor el ruido y la furia en las reacciones de altos dirigentes políticos. Un campeonato de barbaridades, en el que los garrotazos tienen la forma de exabruptos. La señora Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y con motivo de la exhumación de Franco, podría dedicar un piadoso recuerdo para quienes no tienen tumba ninguna, más de 100.000 muertos a quienes incluso se les ha privado de lo único que tienen: la muerte. Pero lo que soltó fueron algunas de esas barbaridades que agravan el deshielo abrupto en el Ártico. Al calentamiento verbal se sumó de inmediato, y con mayor dosis todavía de dióxido de carbono, el portavoz ultra en el Ayuntamiento de la capital. Con información falsa, en una cadena pública, Ortega Smith se ensañó con la memoria de un grupo de muchachas, las llamadas Trece Rosas, fusiladas en 1939. En cualquier país, las resistentes a una tiranía son tratadas como heroínas. Aquí se les vuelve a hacer daño. Y no tardó en aparecer, abriéndose paso a barbaridades, todo un portavoz parlamentario, el señor Girauta, que en este caso emitió metano para dirigirse a un potencial aliado: “Un partido de lameculos paniaguados, mezclados con ladrones pijos, traidores, acomplejados inmorales…”. ¡Imaginen que fuera el enemigo! No es problema de partido o de ideología. Como diría Torito, cuestión de estilo. Tanto duró la dictadura que no está bien enterrado el dictador que todos llevamos por dentro y algunos por fuera. “Que seas una personalidad no significa que tengas personalidad”. Lo dice Quentin Tarantino, un bárbaro del estilo, que en Pulp Fiction quizás introduce la pregunta más pertinente en la competición grosera de la época: “¿Por qué creemos necesario decir estupideces para sentirnos a gusto?”. Ahora la consigna es la moderación. Un giro electoral. Espero que no sea un giro de 360 grados. LEER

viernes, 18 de octubre de 2019

¿Cómo pude olvidar tu nombre?, por Edurne Portela

Llevo días intentando acordarme del nombre de esa profesora de Historia del Arte que tuve en COU y que hizo tanto por mí. Recuerdo perfectamente su aspecto físico: era muy delgada, alta, de pelo negro seguramente teñido, cortado en melena al ras de la oreja. Tal vez entonces tenía la edad que tengo yo ahora. Sus ojos eran oscuros y su mirada cálida, la boca grande y los dientes un poco separados. Era algo desgarbada, tenía un aire despistado y bondadoso, normalmente vestía vaqueros, pero recuerdo que a menudo se daba un toque coqueto: un pañuelo anudado al cuello, unos pendientes largos. Recuerdo la emoción que sentía cuando la veía entrar en clase cargada con el carrito de las diapositivas porque eso suponía que ese día apagaría las luces, proyectaría imágenes, nos explicaría con su voz grave y algo nasal por qué las señoritas de Avignon me miraban al mismo tiempo de perfil y de frente.../... Y recuerdo que fue la única profesora que pensó que yo era una joven inteligente y sensible y que podía estudiar una carrera universitaria. Ella fue quien me dijo, por primera vez, que yo sabía mirar, interpretar y escribir. Y que debía estudiar una carrera en la que pudiera desarrollar esas habilidades. Antes de conocerla, lo único que había escuchado de profesoras, si acaso, era que “no iba a ser nada en la vida” (palabras de monja cuando llamaron a mi madre para invitarla a que me sacara de su colegio porque ahí no me querían más). Es cierto que mi historial de estudiante hablaba negativamente de mí, pero esa profesora de la que no consigo recordar el nombre despertó en mí dos cosas sin las cuales tal vez nunca hubiera seguido estudiando: el interés por el conocimiento y mi autoestima intelectual.

viernes, 4 de octubre de 2019

POSTALES enviadas desde una melancolía que divide sus luces, reenciende sus fuegos. El pulso es fiero y las palabras en el alambre. Se pueden contar los vacíos, acechando, las líneas que los surcan. Al hilo, el tiempo también quiere vengarse de su calendario en estos nuevos poemas de Juanjo Ordóñez, que siempre cumplió la divisa ungarettiana de no evitar lo esencial, arrimarse entonces midiendo las distancias cortas entre las cosas. Así se respira una cosmología doméstica pero también una línea del horizonte que incluye nuestro propio nombre. El juego de la proximidad y la distancia a veces salta por los aires su aparente polaridad. Y la extrañeza no nos abandona nunca, somos sus habitantes declarados según la cartografía dibujada en un libro en que se habla del silencio como música primera, originaria, una matriz constituyente. Las dudas están tejidas a mano, suspensas. Y la vida no conforma las palabras, se dice aquí. Esta poesía escancia versos líquidos, para beber, coloquialmente, como “una música interior”, como una voz entregándose como alimento, pan para la memoria, porque todo es contra el olvido, esa cosa que no existe, como decía Borges. Adolfo Montejo Navas 2/X/2019

PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE POEMAS "APAGADO SILENCIO" de Juan José Ordóñez

jueves, 19 de septiembre de 2019

Federalismo y Autonomía, por Patxo Unzueta

El conflicto territorial catalán parte de la incompatibilidad entre la vía federal y la de la autodeterminación.../... Federalismo y reformismo son las dos experiencias que cristalizan en la fórmula autonomista como la más equilibrada para dar salida a los conflictos territoriales de la Europa actual. El sistema democrático ha permitido la libre expresión del pluralismo político, incluido el nacional. Con el resultado de instituciones de autogobierno genuinamente representativas del sentimiento mayoritario en cada escalón y respetuosas con las minorías.../... El soberanismo catalán reciente sostiene que para plantear cualquier nueva iniciativa desde su campo será preciso ampliar su base social. Y pone como condición para cualquier acuerdo con formaciones constitucionalistas la aceptación del derecho de autodeterminación. Pero es contradictorio reclamar una ampliación de la base social y condicionar cualquier iniciativa de acuerdo a la previa aceptación de la autodeterminación. Pues esa ampliación solo sería posible sobre la base compartida de un autogobierno respetuoso con la legalidad. LEER

Volver a casa, por María Sánchez

Son muchos los que un día abandonan su tierra para salir a pelear por sus vidas en lugares lejanos. La ruta más frecuente es dejar el campo y buscar suerte en la ciudad. Hasta que un día llega la muerte.../... Qué fácil es escribir la palabra hogar cuando no has tenido que dejar tu tierra para comer. Cuando no has tenido que dejar tu casa y a tus muertos bajo las aguas de un pantano, cuando esas cuatro paredes ni siquiera existen, solo son posibles en algún lugar de tu memoria, en algún gesto que aún recuerdas y sigues reproduciendo con tus propias manos. Qué fácil pronunciar la palabra volver, cuando una nunca ha tenido esa certeza, la única que insiste y reclama, como ese instinto tan verdadero que lleva a alejarse y a esconderse a los animales cuando saben que van a parir o a morir. Y es que este dolor, como ellas y ellos, quiere irse a morir a su casa, a aquel lugar en el que menos años de su vida han pasado, pero al que vuelven siempre que pueden como si nunca se hubieran ido. Y el dolor crece y se aferra un poquito más cada vez que se hace imposible el regreso. Mancha, se apodera de la luz y se convierte en el centro, hace imposible la limpieza y la nada. LEER

Hora de Ribeyro, por Antonio Muñoz Molina

De vez en cuando, a lo largo de las muchas páginas y muchos años de sus diarios, Julio Ramón Ribeyro reflexiona con cierta melancolía sobre su incapacidad para escribir esas grandes novelas abarcadoras o totalizadoras que iban publicando casi todos los miembros de su generación latinoamericana. En algún momento anota que los lectores y los críticos europeos prefieren a novelistas de ambición épica: él, Ribeyro, que carece por completo de ella, que tiende a la escritura breve y a las historias de gente sin brillo, se da cuenta de que para ser celebrado en Europa le sería necesario irradiar un exotismo y una desmesura como los que cultivaban con tanto éxito los más celebrados de sus contemporáneos, García Márquez, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, el José Donoso de El obsceno pájaro de la noche o su compatriota y amigo intermitente Mario Vargas Llosa. Ribeyro dice que le dan envidia esas novelas que los críticos califican como “frescos”: grandes panoramas sobre épocas o países. “Yo nunca podré concebir un ‘fresco’, ni menos escribirlo, no cabe en mi espíritu abarcarlo”. LEER

domingo, 15 de septiembre de 2019

El espíritu de la novela, por Antonio Muñoz Molina

Escribir es una afición y un trabajo que se vuelve soluble en las tareas y las distracciones de la vida diaria, en un fluir continuo que incluye caminatas, conversaciones, ocupaciones domésticas, siestas lectoras, salidas gratas para tomar algo y no volver a casa demasiado tarde. Publicar es exhibirse. El libro es un producto frágil que requiere un grado inevitable de apoyo, casi de militancia. Uno es consciente, cuando publica un libro, de que ha de hacer un esfuerzo para ayudar a su difusión, en una época en que la cultura lectora no cuenta con el apoyo de los poderes públicos, y en la que los medios, también sumidos en la tribulación, se inclinan a celebrar sobre todo lo que les parece que lleva el sello de la moda o lo que ya es tan celebrado que no tendría ninguna necesidad de serlo más aún. De modo que el autor se siente en la obligación de hacer de publicista de sí mismo y viajante de su minoritaria mercancía, y de dar todo tipo de explicaciones sobre ella, aquí y allá, delante del público o en una entrevista, y ahora además en el espacio histriónico de las redes sociales.../... Siempre he huido de las pertenencias colectivas, más todavía cuando se exhiben en público. Desconfío de la facilidad con la que puede caer en la prepotencia quien se ve a sí mismo en una tarima delante de una sala llena de gente favorable: la tentación de la ocurrencia, el chiste seguro que ya ha funcionado otras veces, las competiciones de ingenio y de presunta agudeza con los colegas de mesa redonda, la calderilla de las anécdotas y las citas espurias. LEER

Fin a la hipocresía colectiva, por Stephan Lessenich

La perversión de nuestra sociedad de la abundancia es que para mantener las condiciones de vida, se hace necesario dañar a otros. Para gozar de sus pequeñas libertades, tienen que privar a otros de las suyas.../... La distribución asimétrica de condiciones de vida entre los países que nos hemos acostumbrado a llamar “desarrollados” y el mundo presuntamente “en desarrollo” radica en desigualdades geopolíticas que se han establecido durante siglos —en la época que se conoce por el nombre de “modernidad”—. Pero resulta que nuestra modernidad la hemos construido a través de la colonialidad, a modo de adueñarnos del trabajo, las tierras, la sabiduría, la vida de otros pueblos. Se sabe que ese proceso ha sido extremadamente violento y sangriento, pero con el tiempo ha sido “racionalizado” y las asimetrías económicas, ecológicas y sociales han quedado institutionalizadas en forma de regímenes políticos transnacionales, desde el Fondo Monetario Internacional hasta la Organización Mundial del Comercio o el Acuerdo de París. Basándose en esa constelación geopolítica y en su poderío militar, ha sido posible para las sociedades occidentales construir una estructura socioeconómica que solo funciona a costa de terceros. Un modo de producción y consumo que obedece a una racionalidad irracional, porque no puede dejar de producir daños materiales para seguir funcionando.../... Nuestra vida diaria y todo el orden institucional de las sociedades occidentales están íntimamente relacionados con procesos de externalización. Por ello, iniciar un proceso de transformación de nuestro modelo de producción y consumo equivale a un acto heroico. Renunciar a los beneficios de la externalización es renunciar a la vida a la que estamos acostumbrados y a la que muchos creemos tener un derecho casi legal a sostenerla. Hemos incorporado colectivamente las normas del individualismo liberal, e insistimos en la libertad individual de consumir cuando, donde y como queramos. En consecuencia, lo que se necesitaría para salir del dilema de la externalización sería algo equivalente a una revolución cultural. Porque una cosa está bien clara: al mundo no lo cambiamos a base de decisiones individuales de no usar las libertades que se nos ofrecen y de restringir nuestro consumo de energía o de recursos naturales. Las cosas solo cambiarán si colectivamente decidimos dejar de producir millares de cosas que restringen o anulan las libertades de otros. Lo que hará falta es un nuevo contrato social: juntos convenimos que no queremos seguir viviendo a costa de otros. LEER

miércoles, 7 de agosto de 2019

Un algoritmo para Cataluña, por Daniel Innerarity

Un inglés pregunta a otro cómo ir a cierto lugar y obtiene la siguiente respuesta: “Yo que usted no saldría desde aquí”. Me acuerdo de este chiste cada vez que escucho propuestas políticas que parecen decir algo semejante, dando a entender que podría tomarse como punto de partida una realidad distinta de la que tenemos, nos guste o no. Con soluciones inapropiadas para problemas mal diagnosticados no se llega a ninguna parte, no al menos al lugar deseado.../... No es extraño que estando así las cosas, en vez de diálogo lo que tenemos son monologuistas que lanzan una soflama de convicciones absolutas y se asombran de que los demás no se pongan de rodillas y se rindan ante tales evidencias. El uso y abuso de grandes palabras —Estado de derecho, legalidad, democracia…— parece ahorrarnos el esfuerzo de concretar cómo pueden realizarse esos principios en una realidad como la que tenemos delante.../... El procedimiento para arribar a una solución (si es que podemos hablar en estos términos) tendría que respetar a mi juicio cuatro principios: el de representación, el de revisabilidad, el de constitucionalidad y el de indeterminación. LEER

miércoles, 31 de julio de 2019

Entrevista a John Gray (El País, 28/07/19)

John Gray (South Shields, Reino Unido, 1948) no cree en la idea de progreso. Al menos en ética o política, donde, observa “el declive es acumulativo”. El reputado filósofo cree que solo la ciencia y la tecnología avanzan, pero estos campos no responden a la eterna necesidad del ser humano de que “su vida tenga una historia, porque los humanos son la única especie consciente de que su vida está limitada por la muerte”. Gray, ateo declarado, se ha propuesto en su última obra, Siete tipos de ateísmo (editorial Sexto Piso), clasificar y desmontar todas las manifestaciones de rechazo a la religión de los últimos siglos. Llega a la conclusión de que al tratar de ofrecer alternativas a la idea de un Dios creador se sustituye esta creencia por otra similar, que venera a la ciencia, a la humanidad o a los impulsos de la naturaleza. Y siempre hay un mismo sentimiento monoteísta y un sentido histórico de avance hacia una redención. De los tipos de ateísmo que analiza, solo salva el defendido, desde la filosofía, por George Santayana, y desde la literatura, por Joseph Conrad. También el que llama el “ateísmo del silencio” de Arthur Schopenhauer, que renuncia a describir o refutar la realidad y se adentra en el terreno de la mística. PREGUNTA. Se muestra muy duro en su crítica con el nuevo ateísmo que han defendido Richard Dawkins o Christopher Hitchens. RESPUESTA. Es una repetición más simple del positivismo de Auguste Comte, una figura tan influyente que ha definido el marco del pensamiento actual sin que la gente sepa ya quién fue. Comte murió poco antes de que Darwin publicara en 1859 El origen de las especies, y distinguió varias fases en la historia del pensamiento: primero la magia; luego la metafísica o la filosofía; y finalmente la ciencia. Según defienden los nuevos ateístas, hoy nos encontramos en la fase científica de pensamiento, que reemplaza todas las anteriores. Pero Comte era inteligente, y sabía que la gente necesita algún tipo de religión, por eso se inventó “la religión de la humanidad”. Este concepto es muy interesante y atrajo a pensadores ingleses como John Stuart Mill o a novelistas como George Eliot, también a gente de toda Europa, no solo filósofos o científicos sociales, también a ingenieros, como los que construyeron el canal de Panamá. P. Usted rechaza la idea de la humanidad como “agente colectivo”. R. Si se parte del pensamiento empírico, lo que se observa es una especie animal: innumerables individuos que nacen y mueren, y que componen incontables modos de vida, grupos humanos y comunidades con conflictos diversos. No existe la humanidad como un agente colectivo que toma decisiones. No existe un sujeto colectivo que diga: “Ya he abolido la esclavitud, ahora voy a inventar algo llamado democracia”. P. Y si no existe ese sujeto colectivo, desaparece la idea de progreso, de avance. R. En ética o política, creo que el declive es acumulativo [risas]. La mayor parte de la historia —y así pensaban los antiguos griegos, los romanos, los chinos o los indios— se compone de largos periodos a la deriva, seguidos de largos periodos de avance. Como las estaciones: la primavera de la civilización, el apogeo del verano, y la muerte como conclusión. Hoy ese pensamiento es visto como algo tremendamente nihilista, porque el humanismo secular tiene una interpretación cristiana de la historia según la cual debe haber alguna narrativa de progreso, de mejora continua, de redención. El cristianismo, a diferencia de otras religiones como el budismo, es una religión histórica. Se basa en unos presuntos antecedentes históricos —Cristo vivió, predicó y fue crucificado— y contiene una narrativa, aunque oculta. P. Al estudiar las diferentes manifestaciones de ateísmo, parece sentir simpatía por lo que llama el “ateísmo del no progreso”, y lo centra en dos personajes opuestos como George Santayana y Joseph Conrad. R. Son completamente diferentes, sí, pero llegan a la misma conclusión. Santayana vivía en hoteles, le gustaba la vida contemplativa, se retiró a Toledo después de Harvard. Conrad recorrió el mundo, acumuló idiomas, vivió aventuras. Era un hombre de acción. “Mi ateísmo, como el de Spinoza”, decía Santayana, “es un sentimiento de piedad hacia el universo, y negar a aquellos dioses creados por los hombres a su imagen para convertirlos en servidores de intereses humanos”. No le interesaba la religión, ni su búsqueda de sentido. Los ateos actuales, sin embargo, no paran de buscar un sustituto al Dios que rechazan. P. Pero no se detecta cinismo en el ateísmo de Conrad. R. Conrad no es completamente cínico cuando se refiere a los seres humanos, ni mucho menos. Cree que dan lo mejor de sí mismos cuando hacen frente a eventos imposibles, a situaciones irremediables. La mejor faceta surge cuando te reafirmas en contra del destino: no puedes escapar a él, pero puedes rebelarte. Conrad creía que en las peores tragedias surgen los mejores seres humanos. El marinero en una emergencia sigue el código de conducta que comparte con sus compañeros y se lanza a salvar al mayor número de personas. P. ¿Los seres humanos siguen necesitando de la religión? “La historia se compone de largos periodos a la deriva seguidos de largos periodos de avance” R. Es inevitable. La diferencia entre los seres humanos y otras especies es que buscan un sentido a la vida. Y están dispuestos a morir por ese sentido. Es uno de nuestros rasgos fundamentales. Esto ata el sentido de su vida a algo, que puede ser un país, una civilización. Y cuando eso, sea lo que sea, desaparece, los seres humanos se desmoronan. P. ¿Sigue influyendo la religión en la política? ¿Puede ser un lastre? R. Sí y no. Sería prácticamente imposible que un candidato presidencial en EE UU ganara si se declara ateo. En Reino Unido, una religiosidad fuerte es una desventaja. “Esto de Dios aquí no se estila, Tony”, le dijo Alastair Campbell a Blair cuando intentó mezclar religión y política. La nueva extrema derecha europea, aunque muchos de sus líderes se presenten como ateos, abraza el cristianismo tradicional y sus valores: la familia o la nacionalidad. P. La filosofía no le aleja de la realidad, y su análisis político suele ser certero. ¿Qué pasará con la llegada de Boris Johnson a Downing Street? R. La perspectiva de un Brexit sin acuerdo ha aumentado significativamente. De hecho, ya solo podría evitarse si el propio Johnson convenciera a la Cámara de los Comunes para que aprobara una nueva versión del plan de May que tuviera el visto bueno de Bruselas, o si se celebraran elecciones y un Gobierno minoritario de laboristas y liberal demócratas impulsara un Brexit más suave o incluso la permanencia en la UE. Si nada de esto sucede, me temo que será difícil evitar una salida sin acuerdo.

El espíritu de la novela, por Antonio Muñoz Molina

Cada verano, en cuanto dejo atrás las obligaciones más o menos agobiantes de la temporada, compruebo la distancia, creciente para mí, entre la literatura y lo que se llama la vida literaria, entre las tareas solitarias de escribir y leer y el espectáculo de la presencia pública, entre la concentración y la paciencia del hacer callando y la fatiga y la necesidad de explicar lo que se ha hecho, lo que mejor sería dejar que se explicara por sí solo. Cada verano aprendo de nuevo que al escribir y al leer, en grados distintos, disfruto tanto que llego a olvidarme de mí mismo, pero que al publicar me vuelvo nervioso, inseguro, vulnerable, suspicaz, ansioso. Escribir es una afición y un trabajo que se vuelve soluble en las tareas y las distracciones de la vida diaria, en un fluir continuo que incluye caminatas, conversaciones, ocupaciones domésticas, siestas lectoras, salidas gratas para tomar algo y no volver a casa demasiado tarde. Publicar es exhibirse. LEER

jueves, 25 de julio de 2019

Entrevista a Dominique Schnapper, El País 21/07/19

P. ¿El referéndum sería un caso de la democracia llevada al extremo? R. Sea cual sea el sistema, no es el pueblo quien gobierna. El pueblo debe aceptar la legitimidad de sus representantes. Somos 66 millones de franceses y 66 millones de personas no pueden gobernar. La utopía en la que se basa nuestra democracia es que la elección por parte de los electores da legitimidad a un cierto número de representantes. Si esto no se respeta, entramos en el caos, y el caos nunca es bueno. P. ¿Estamos en esta fase? R. No lo sé. Pero es lo que temo: que en nombre de la democracia se instaure un caos, y un caos siempre acaba con gobiernos autoritarios o totalitarios. .../... P. En 1989, usted tenía una sensación de euforia, según explica en Trabajar y amar, sus memorias, como si hubiese ganado después de décadas de combates. R. Sin duda. La democracia había ganado, y sin hacer nada, solo mostrando que aguantaba mientras que los otros se descomponían. Durante unos años hubo una impresión de verdadera felicidad política. P. ¿Esto se acabó? R. Sí, la idea de que todo el mundo aceptará la democracia, que es cuestión de tiempo y que no hay otra idea que se le oponga acabó. Los chinos contraponen otra idea, Orbán [el primer ministro húngaro] tiene otra. LEER

sábado, 20 de julio de 2019

En busca de una salida, por Francesc Carreras

Podría servir la Ley de Claridad canadiense para resolver la situación creada en Cataluña desde 2012? Aunque su trasposición a España no fuera, naturalmente, de forma mecánica y literal, ¿su filosofía de fondo podría inspirar algún tipo de solución?.../... Establecido todo lo cual, si intentamos responder a las preguntas iniciales de este artículo, llegamos a la conclusión de que la solución canadiense poco tiene que ver con las posibilidades constitucionales españolas, ni tampoco conviene políticamente.../... Sin embargo, cierta filosofía de fondo de la solución canadiense debe tenerse en consideración. En efecto, la secesión de parte del territorio de un Estado puede ser democráticamente aceptable y conveniente si una mayoría muy cualificada de su población (por ejemplo, el porcentaje que se exige en las Cámaras para reformas constitucionales) vota de forma reiterada en sucesivas elecciones legislativas a partidos claramente secesionistas. En este supuesto no cabría alegar razones democráticas para que las autoridades del Estado se negaran a negociar tal secesión siempre dentro de los cauces constitucionales, con garantía de la igualdad de derechos y libertades de todos los ciudadanos respecto a la situación anterior y, en el caso de formar parte de organizaciones supranacionales, como es la Unión Europea, con el acuerdo de estas. Nuestro mismo Tribunal Constitucional ha dejado una puerta abierta a que ello pueda tener lugar. Una salida para la situación catalana podría orientarse en este sentido.

martes, 16 de julio de 2019

Y sin embargo, por Enric González

España está acostumbrándose a celebrar elecciones generales como se celebran las fiestas mayores: anualmente y sin mayores consecuencias que un punto de resaca. También parece haber adquirido el hábito de ir tirando con los presupuestos del año anterior, que a su vez son del año anterior, etcétera. Cuenta con unos políticos que dan para lo que dan, y no más, como comprobamos de forma cotidiana. Y con unos partidos que son lo que son: entre los que dicen hablar en nombre de la Nación, los que dicen hablar en nombre del Pueblo y los que dicen hablar en nombre de la Nación, el Pueblo y la Historia (una rica especialidad catalana), más unas cuantas líneas rojas y unas cuantas líneas torcidas, ¿cómo no regocijarnos ante las urnas?.../... Y, sin embargo, aquí seguimos. Los siglos han demostrado que, pese a nuestros denodados esfuerzos, no somos capaces de destruir España. Cabe sospechar que, llegados a este punto, ni siquiera estamos dispuestos a repetir eso que históricamente tan bien se nos ha dado: destruir la convivencia. Quizá, sin darnos cuenta, hayamos conseguido el sistema que mejor se adapta a este país complicado y propenso a la autolesión: un sistema malo, pero irrompible. LEER

lunes, 15 de julio de 2019

Por escrito. Y público y transparente, por José María Izquierdo

Por eso, enrabietado, blande el bastón en su modesto sotabanco, asustado ante la implacable ola de calor, y se grita a sí mismo, si bien dirigiéndose a unos protagonistas de la vida política que ni le ven ni le oyen, que aunque ya no quedan muchos sueños por los que apostar, hay uno que ha permanecido agazapado durante años y que ahora, precisamente ahora, podría llegar a cumplirse: un Gobierno de izquierdas. Qué pareja de palabras tan guapas y tan bien avenidas, que solo de enunciarlas da gusto verlas pasear. Admiren de nuevo, señores, tan bella eufonía: Gobierno de izquierdas. ¿Y quién impide que se produzca tal cosa? Pues los dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos, dicho así a las bravas, que para qué nos vamos a complicar la existencia, se dice José K., harto de leer, y ver y oír, las mismas pamemas en periódicos, radios y televisiones, repetidas una y otra vez por esos portavoces de los partidos que hablan con voz de plástico y emiten peroratas de plástico.../.. Pues recordemos, por ejemplo, que la batalla de Madrid se ha perdido, y no sabemos para cuánto, por la absoluta incompetencia de la izquierda, incapaz de hacer un frente común ante la que se avecinaba. Ahí está el desastre, ahí nos colma la amargura. LEER

Pasado y presente, por José Álvarez Junco

Dicho de otra manera: la multiculturalidad, la aceptación del diferente, el reconocimiento de sus derechos, a la vez que la fuerte convicción de los nuestros, se derivan de la comprensión de la complejidad de los problemas pasados; lo cual es un síntoma de personalidad sólida, y no débil, como tiende a creer el llamado sentido común, criadero de demagogias. La amnesia, en cambio, la ignorancia, la simplificación y sacralización del pasado, llevan al dogmatismo y al odio hacia los diferentes; indicio, de nuevo, de cualquier cosa menos de principios fuertes. Conocer y aceptar la historia, comprender las muchas maneras de evaluar las culpas ante los crímenes y tragedias ocurridos, ser consciente de la fragilidad de las identidades heredadas, crea ciudadanos dotados de mayor sentido crítico, más responsables, más independientes, más capaces de enfrentarse con autoridades abusivas, de defender los derechos y libertades propios y reconocer los ajenos. LEER

lunes, 8 de julio de 2019

Entrevista a Stephan Lessenich en El País 30/06/19

Atormentarse de forma individual no sirve para nada. Como mucho te sentirás un poco mejor después de haberte atormentado, pero ninguna solución será individual. Será colectiva o no será. Colectivamente hemos decidido no ser conscientes de lo que implica nuestro modo de vida y sus consecuencias. Es comprensible que la gente no quiera hacer cambios radicales en su vida, como dejar de utilizar el coche, y por eso de manera avariciosa aceptamos que las cosas sean como son. Pero nuestro estatus solo es posible aquí porque hay otros estatus diferentes en otras partes del mundo. No hay más que fijarse en la esperanza de vida y lo desigual que es, dentro de Alemania y también entre países. Es la lotería del lugar de nacimiento.../... Tenemos que cambiar la manera de consumir y de producir. Tenemos que consumir menos, producir menos; es una cuestión de tener menos.../... Hay que ampliar nuestro concepto de democracia a la economía, reducir el poder de las grandes empresas. Tiene que ser un cambio que venga desde abajo, de la gente del sur que se organice; y en los países ricos de la mano de gente que no quiera verse obligada a tener que hacer daño a otros para poder vivir. Incluso los más pobres en nuestras sociedades, si quieren vivir, tienen que consumir camisetas a 99 céntimos o carne a dos euros el kilo. Hemos reducido los costes de producción de manera artificial. No internalizamos los costes reales, los sociales, los ecológicos, y por eso podemos producir ropa y teléfonos inteligentes baratos. La motivación tiene que ser la conexión con la gente que al final paga por nuestro estilo de vida.

viernes, 28 de junio de 2019

Tanto odio, por Manuel Vicent

Van bien peinados, visten ropa de marca, besan todavía las manos a las señoras, han aprendido de niños a manejar el cubierto del pescado, puede que usen un perfume caro, pero sus ideas políticas huelen a choto machista, a sudor taurino, a franquismo revenido. No se reconocen de extrema derecha y menos como ultras o fachas, aunque más a la derecha de Vox ya solo está el tabique o el precipicio. LEER

sábado, 15 de junio de 2019

La revolución de "El segundo sexo", por Sami Naïr

La mujer, convertida en objeto para el hombre, interioriza subjetivamente su condición y, al aceptarla, la naturaliza; los mitos de la reproducción, de la educación como niña o niño, de la división de tareas, son creaciones ligadas a la naturaleza del vínculo social; la sexualidad de la mujer depende de la del hombre; la maternidad no es un dato natural de la condición humana, sino un dispositivo que se rige por la organización de la sociedad; en sí misma, desde luego, esta maternidad es la condición necesaria para la reproducción de la humanidad, pero se ve atrapada desde el principio en la red de dominación de la sociedad patriarcal, por lo que también puede ser una desgracia para el destino de la mujer. LEER

jueves, 6 de junio de 2019

Whitman es una galaxia entera, por Manuel Vilas

La libertad del hombre no puede ser ni ofendida ni avasallada ni puede ser denigrada ni derrotada. Por eso, uno no lee a Whitman exactamente; uno se deja conmocionar por Whitman. De la libertad política al erotismo universal había también un paso, que Whitman dio. Otros vieron también el nacimiento de los Estados Unidos de América, pero no supieron darse cuenta. Que solo él supiera darse cuenta es inquietante. Imagino que eso era lo que subyugaba a Jorge Luis Borges, otro whitmaniano confeso: el don de la visión, el don de saber mirar el presente, el don del misterio. LEER

sábado, 18 de mayo de 2019

Violencia, por Juan José Millás

Las cifras que proporcionan los organismos nacionales e internacionales sobre la exclusión y la pobreza resbalan de las páginas de los periódicos sin que nadie se agache a recogerlas. No se sabe de ningún político que se haya cortado las venas ante la situación desesperada de los sin vivienda, los sin calefacción, los sin luz, sin agua, sin estudios.../... Hay que resucitar las viejas formas de disidencia o encontrar otras nuevas allá donde aparezca un germen de conflicto. Hasta el dolor de muelas debería ser ya una forma de disidencia. Y quien dice el dolor de muelas dice la sequedad ocular, el insomnio, la migraña. No deberíamos permanecer callados ante tanta violencia organizada. LEER

martes, 14 de mayo de 2019

El legado más preocupante de Trump, por Joseph E. Stiglitz

El ataque que Trump y su Gobierno han emprendido contra cada uno de los pilares de la sociedad estadounidense (y su especialmente agresiva demonización de las instituciones del país dedicadas a la búsqueda de la verdad) pone en riesgo la continuidad de la prosperidad de los Estados Unidos y su capacidad misma de funcionar como una democracia. LEER

martes, 2 de abril de 2019

Culpas históricas, por José Álvarez Junco

Pocas cosas se prestan más a abusos que las reclamaciones en nombre de lejanos antepasados que sufrieron afrentas o injusticias, tanto por la discutible división de los sujetos de aquellos hechos en víctimas y verdugos como por la arbitraria identificación de los actuales reclamantes con tales antepasados. Su mismo rostro, presidente López Obrador, presenta más rasgos criollos que indígenas. Al exigir a los españoles actuales un reconocimiento de culpas genocidas, nos plantea la inevitable duda de si no será usted más probable descendiente de los conquistadores que nosotros, cuyos tatarabuelos nunca cruzaron el charco. Explíqueme, por favor, ¿por qué he de pedir disculpas yo por algo que no hicieron mis abuelos a alguien cuyos abuelos seguramente sí lo hicieron?.../... Más sensato sería, presidente, mantenernos en el terreno de los principios, y, como Estados democráticos que somos, con el respeto a los derechos humanos como piedra angular, condenar toda agresión de un pueblo a otro, toda conquista, toda violación de libertades, todo genocidio, todo desplazamiento forzoso de poblaciones. Eso es lo que debemos hacer, tajante y diariamente. Españoles y mexicanos. Con lo que nadie podrá defender la conquista de México por Cortés, que reunió muchos de esos rasgos. LEER

lunes, 18 de marzo de 2019

Familia, por Fernando Savater

Cuando ella llegaba a casa, nada más abrir la puerta, voceaba alegremente: “¡Familia!”. Como un clarín, irónico y tierno. Desde el cuarto del fondo donde sonaba la televisión respondía su madre: “¡Hola, m’hija!”. Y yo gruñía alegre sin apartarme del ordenador: “¡Cariño!”. Entonces era como si encajasen por fin las piezas del rompecabezas de la vida y por un momento inapelable todo estaba bien. El disparate de la felicidad. Después, su madre murió y ella entraba en casa sin decir nada. Venía al cuarto donde yo tecleaba y me daba un beso ligero, con una especie de suspiro que me parecía de alivio, como si llegase después de enfrentar serios peligros../... Ella y yo, la familia escueta y completa. Porque la simple existencia —insistencia, mejor— rutinaria, biológica, necesita la presencia amada y amable para ascender a vida humana. Sin la proximidad del amor estamos lejos de nosotros mismos. Ahora ya no está. Cuando abro la puerta todo sigue apagado, se fue la luz y entro en silencio. Me daría miedo el eco de mi voz. Según Víctor Hugo, todo el infierno cabe en una palabra: soledad. La palabra que no puede decirse en voz alta para evitar la respuesta aciaga de la oscuridad. Pasado mañana hace cuatro años. LEER

lunes, 25 de febrero de 2019

El campo antes de la batalla, por Fernando Vallespín

En momentos de desconcierto político, cuando más necesitamos que alguien nos ayude a entender lo que pasa, lo que nos encontramos es lo contrario: la política se vuelve cada vez más primaria, casi insultantemente simple. Cuando la gravedad de los problemas que nos abruman no paran de manifestarse y ansiamos encontrar respuestas, todo lo que se nos presenta son frases hechas o proclamaciones vacías. Cuando más se afirma el convencimiento de que nuestras dificultades solo pueden encontrar una solución a través de políticas de consenso, a lo que asistimos es, empero, a la casi histérica celebración del disenso y la confrontación.../... Lo que se nos oferta es, pues, lo contrario de lo que se demanda.../... Lo decisivo, como bien saben los expertos en comunicación política, es crear estados de ánimo. Cuanto más guerreros, mejor. Y para ello el arma decisiva consiste en irritar las emociones. Esto sirve tanto para ocultar la banalidad de los discursos como para cementar las adhesiones. Un zasca en las redes llega más que un aburrido artículo de opinión; y para descalificar al contrario basta con el insulto, no hace falta leer su programa. La clave está en conseguir un estado de alerta emocional permanente.../... El objetivo no es aplicar una política, sino el acceso al poder como fin en sí mismo; o su conservación. La codicia del poder lo mueve todo. De ahí esa lacerante visceralidad contra el competidor. Y ese ya indisimulado nerviosismo que asola a quienes se juegan el quedar en primer lugar para liderar la potencial coalición victoriosa. La otra dimensión de la política, el adicionar voluntades para conseguir fines colectivos, pasa a mejor vida. LEER

domingo, 3 de febrero de 2019

Defensa de la república inútil, por José Ovejero

Empecemos por algo en lo que es fácil ponernos de acuerdo: los españoles tenemos problemas mucho más graves que decidir si debemos abolir la monarquía y (re)instaurar la república.../... Sin embargo, en este debate suele ganar el que defiende el statu quo, como si cuestionarlo solo pudiese generar inestabilidad. Es lo que nos dicen a quienes querríamos un referéndum sobre la forma de Estado: reabrir la Constitución puede provocar inestabilidad y enfrentamientos. El fantasma de la inestabilidad ha llevado demasiadas veces en España a tragar lo intragable, también en todo lo relacionado con la monarquía: a ocultar los negocios y las cuentas del rey emérito o, cuando abdicó, a su blindaje exprés acordado por el PSOE y el Partido Popular para evitar que se le pudiese imputar por sus posibles delitos.../... Hay muchas razones no para acabar con la monarquía, pero sí para consultar sus deseos a los ciudadanos, más de cuarenta años después de la muerte del dictador y de las razones que llevaron a aceptar el mal menor que era la monarquía: su discutible legitimidad en el caso de España, su comportamiento poco ejemplar, las amistades peligrosas que han mantenido con representantes de regímenes brutales, la sensación de que partidos y prensa nos han ocultado la verdad sobre los actos de la Casa Real, y también por algo que afecta a todas las monarquías, no solo a la española: porque independientemente de su mejor o peor funcionamiento, de lo respetuosas que sean con la ley, de cuánto interfieran en la política, no dejan de ser instituciones asentadas sobre la distinción de clase, la familia a la que perteneces y el poder heredado e indiscutible, cualidades, en fin, que nada tienen que ver con procesos democráticos. LEER

martes, 29 de enero de 2019

La Reconquista, por José Álvarez Junco

Los historiadores deberíamos estar hartos de que nos utilicen. Deberíamos protestar, sindicarnos, demandar judicialmente a quienes abusen de nuestro trabajo, salir a cortar una avenida céntrica… Somos pocos, me dirán. Pues movilicemos a nuestros estudiantes, que seguro que estarán encantados. Y es que ya está bien. La función de la historia es conocer el pasado. Investigar, recoger pruebas, organizarlas según un esquema racional y explicar lo que pasó de manera convincente. Y punto. Pero a poca gente le interesa de verdad conocer lo ocurrido, que en general fue complejo y hasta aburrido... ...vuelven a alzarse los pendones españolistas. Sin complejos. Vuelve, sobre todo, la Reconquista, la gran gesta nacional. Lo han dicho los líderes de Vox, se aprestan a imitarlos los del PP, y hasta puede que Ciudadanos se sienta tentado, convencidos todos de que las elecciones próximas las va a ganar quien haga ondear con más energía la bandera rojigualda. LEER

domingo, 13 de enero de 2019

El árbol de la lengua, por Lola Pons Rodríguez

La lengua es un árbol, y su fruto, la palabra; lo decía con términos parecidos a estos a final de la Edad Media esa historia caballeresca entre real e inventada que es el Victorial. Siglos después, seguimos sin percibir la profundidad intelectual de las raíces de ese árbol y las posibilidades infinitas de los frutos que nos ofrece. Advertiremos su magnitud cuando entendamos que la lengua es la mejor herramienta que el ser humano ha sido capaz de crear y alimentar; apreciaremos su grandeza cuando comprendamos que narrar puede hacernos revivir la cólera de Aquiles y que la seducción perfecta es la que se sostiene sobre las palabras; cuando seamos conscientes de que la palabra puede ser la que prende y la que apaga el fuego; cuando leamos por placer y cuando no solo escribamos por obligación; cuando nos esforcemos por hablar con la justeza que cada entorno nos exige, sin confundir pedantería con riqueza lingüística ni imprecisión con llaneza. Cuando los niños jueguen con el vocabulario y aprendan a usar los diccionarios en papel, saltando por sus páginas como quien picotea eligiendo lo mejor de una cosecha. Cuando nuestros estudiantes no digan no sé explicarme, cuando el desarrollo de la expresión oral y escrita sea un compromiso para todos los docentes, impartan la asignatura que impartan. Cuando sepamos estimar en los centros educativos la potencialidad del plurilingüismo de los migrantes; cuando desde las aulas seamos capaces de entrenar críticamente la sensibilidad del alumnado ante el paisaje lingüístico de las calles. Cuando no observemos la ortografía como corsé, sino como consenso, como el mejor código para que nuestros libros y textos viajen por todo el mundo sin visado previo; cuando la gramática sea un motor de conocimiento y análisis y no el fin último de la enseñanza lingüística. LEER

jueves, 3 de enero de 2019

Es fácil comprender, por Eric González

No cuesta nada explicarse lo que ocurrió en los años treinta del siglo XX. El mundo, recuerden, sufría las consecuencias de la crisis devastadora de 1929. El desempleo era masivo. Se había perdido la confianza en el sistema. Se buscaban soluciones a la desesperada. Nacionalismo, banderas, fervor patriótico. Y encima estaban ellos, incordiando. Esos judíos. Esos comunistas. O esos que huían del comunismo. Esos harapientos que solo podían traernos violencia y epidemias. No cuesta nada comprender las cosas. Ni entonces, ni ahora. ¿Se ahogan en el Mediterráneo? La culpa es de ellos, por abandonar sus casas y sus países. La culpa es de las mafias. La culpa es de nadie: el mundo siempre ha sido así. La ética está hecha de un material muy flexible. LEER