Las cifras que proporcionan los organismos nacionales e internacionales sobre la exclusión y la pobreza resbalan de las páginas de los periódicos sin que nadie se agache a recogerlas. No se sabe de ningún político que se haya cortado las venas ante la situación desesperada de los sin vivienda, los sin calefacción, los sin luz, sin agua, sin estudios.../...
Hay que resucitar las viejas formas de disidencia o encontrar otras nuevas allá donde aparezca un germen de conflicto. Hasta el dolor de muelas debería ser ya una forma de disidencia. Y quien dice el dolor de muelas dice la sequedad ocular, el insomnio, la migraña. No deberíamos permanecer callados ante tanta violencia organizada.
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