Todo el mundo entiende que el actual modelo productivo necesita una metamorfosis verde que requiere trastocarlo en profundidad. Es una labor a largo plazo, de parámetros complejísimos, cuya finalidad no está consensuada.
Pero poner sobre la mesa el desafío verde no debe servir para ensombrecer los problemas estructurales de gestión de la economía que el conjunto europeo debe solucionar con urgencia. La política macroeconómica de la Comisión no responde ya a las necesidades de la nueva época, porque el ciclo monetarista sobre el que se basaba desde finales de los años noventa provoca daños sociales que amenazan el mismo proyecto europeo. Limitar la estrategia económica a la política de competencia y de reducción de los déficits es un mantra liberal que impide estructuralmente la construcción de programas de interés general europeo.../..
Se trata, en suma, de saber si Europa quiere existir en sí misma, es decir, no solo ejercer como un espacio económico regional, sino devenir en actora estratégica en el orden mundial. Cuestión que no es abstracta, pues atiende a un sistema planetario dominado por grandes naciones homogéneas y potentes: EE UU, China, Rusia, y, en el futuro, la India y Brasil. Europa no es una nación, es un ente que solo ha buscado homogeneizarse comercialmente; ahora bien, ha llegado el momento de tomar conciencia de que necesita, si no quiere diluirse en la globalización, una estrategia económica que beneficie realmente a sus poblaciones y una presencia política mundial que no sea solo retórica.
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