John Gray (South Shields, Reino Unido, 1948) no cree en la idea de progreso. Al menos en ética o política, donde, observa “el declive es acumulativo”. El reputado filósofo cree que solo la ciencia y la tecnología avanzan, pero estos campos no responden a la eterna necesidad del ser humano de que “su vida tenga una historia, porque los humanos son la única especie consciente de que su vida está limitada por la muerte”. Gray, ateo declarado, se ha propuesto en su última obra, Siete tipos de ateísmo (editorial Sexto Piso), clasificar y desmontar todas las manifestaciones de rechazo a la religión de los últimos siglos. Llega a la conclusión de que al tratar de ofrecer alternativas a la idea de un Dios creador se sustituye esta creencia por otra similar, que venera a la ciencia, a la humanidad o a los impulsos de la naturaleza. Y siempre hay un mismo sentimiento monoteísta y un sentido histórico de avance hacia una redención. De los tipos de ateísmo que analiza, solo salva el defendido, desde la filosofía, por George Santayana, y desde la literatura, por Joseph Conrad. También el que llama el “ateísmo del silencio” de Arthur Schopenhauer, que renuncia a describir o refutar la realidad y se adentra en el terreno de la mística.
PREGUNTA. Se muestra muy duro en su crítica con el nuevo ateísmo que han defendido Richard Dawkins o Christopher Hitchens.
RESPUESTA. Es una repetición más simple del positivismo de Auguste Comte, una figura tan influyente que ha definido el marco del pensamiento actual sin que la gente sepa ya quién fue. Comte murió poco antes de que Darwin publicara en 1859 El origen de las especies, y distinguió varias fases en la historia del pensamiento: primero la magia; luego la metafísica o la filosofía; y finalmente la ciencia. Según defienden los nuevos ateístas, hoy nos encontramos en la fase científica de pensamiento, que reemplaza todas las anteriores. Pero Comte era inteligente, y sabía que la gente necesita algún tipo de religión, por eso se inventó “la religión de la humanidad”. Este concepto es muy interesante y atrajo a pensadores ingleses como John Stuart Mill o a novelistas como George Eliot, también a gente de toda Europa, no solo filósofos o científicos sociales, también a ingenieros, como los que construyeron el canal de Panamá.
P. Usted rechaza la idea de la humanidad como “agente colectivo”.
R. Si se parte del pensamiento empírico, lo que se observa es una especie animal: innumerables individuos que nacen y mueren, y que componen incontables modos de vida, grupos humanos y comunidades con conflictos diversos. No existe la humanidad como un agente colectivo que toma decisiones. No existe un sujeto colectivo que diga: “Ya he abolido la esclavitud, ahora voy a inventar algo llamado democracia”.
P. Y si no existe ese sujeto colectivo, desaparece la idea de progreso, de avance.
R. En ética o política, creo que el declive es acumulativo [risas]. La mayor parte de la historia —y así pensaban los antiguos griegos, los romanos, los chinos o los indios— se compone de largos periodos a la deriva, seguidos de largos periodos de avance. Como las estaciones: la primavera de la civilización, el apogeo del verano, y la muerte como conclusión. Hoy ese pensamiento es visto como algo tremendamente nihilista, porque el humanismo secular tiene una interpretación cristiana de la historia según la cual debe haber alguna narrativa de progreso, de mejora continua, de redención. El cristianismo, a diferencia de otras religiones como el budismo, es una religión histórica. Se basa en unos presuntos antecedentes históricos —Cristo vivió, predicó y fue crucificado— y contiene una narrativa, aunque oculta.
P. Al estudiar las diferentes manifestaciones de ateísmo, parece sentir simpatía por lo que llama el “ateísmo del no progreso”, y lo centra en dos personajes opuestos como George Santayana y Joseph Conrad.
R. Son completamente diferentes, sí, pero llegan a la misma conclusión. Santayana vivía en hoteles, le gustaba la vida contemplativa, se retiró a Toledo después de Harvard. Conrad recorrió el mundo, acumuló idiomas, vivió aventuras. Era un hombre de acción. “Mi ateísmo, como el de Spinoza”, decía Santayana, “es un sentimiento de piedad hacia el universo, y negar a aquellos dioses creados por los hombres a su imagen para convertirlos en servidores de intereses humanos”. No le interesaba la religión, ni su búsqueda de sentido. Los ateos actuales, sin embargo, no paran de buscar un sustituto al Dios que rechazan.
P. Pero no se detecta cinismo en el ateísmo de Conrad.
R. Conrad no es completamente cínico cuando se refiere a los seres humanos, ni mucho menos. Cree que dan lo mejor de sí mismos cuando hacen frente a eventos imposibles, a situaciones irremediables. La mejor faceta surge cuando te reafirmas en contra del destino: no puedes escapar a él, pero puedes rebelarte. Conrad creía que en las peores tragedias surgen los mejores seres humanos. El marinero en una emergencia sigue el código de conducta que comparte con sus compañeros y se lanza a salvar al mayor número de personas.
P. ¿Los seres humanos siguen necesitando de la religión?
“La historia se compone de largos periodos a la deriva seguidos de largos periodos de avance”
R. Es inevitable. La diferencia entre los seres humanos y otras especies es que buscan un sentido a la vida. Y están dispuestos a morir por ese sentido. Es uno de nuestros rasgos fundamentales. Esto ata el sentido de su vida a algo, que puede ser un país, una civilización. Y cuando eso, sea lo que sea, desaparece, los seres humanos se desmoronan.
P. ¿Sigue influyendo la religión en la política? ¿Puede ser un lastre?
R. Sí y no. Sería prácticamente imposible que un candidato presidencial en EE UU ganara si se declara ateo. En Reino Unido, una religiosidad fuerte es una desventaja. “Esto de Dios aquí no se estila, Tony”, le dijo Alastair Campbell a Blair cuando intentó mezclar religión y política. La nueva extrema derecha europea, aunque muchos de sus líderes se presenten como ateos, abraza el cristianismo tradicional y sus valores: la familia o la nacionalidad.
P. La filosofía no le aleja de la realidad, y su análisis político suele ser certero. ¿Qué pasará con la llegada de Boris Johnson a Downing Street?
R. La perspectiva de un Brexit sin acuerdo ha aumentado significativamente. De hecho, ya solo podría evitarse si el propio Johnson convenciera a la Cámara de los Comunes para que aprobara una nueva versión del plan de May que tuviera el visto bueno de Bruselas, o si se celebraran elecciones y un Gobierno minoritario de laboristas y liberal demócratas impulsara un Brexit más suave o incluso la permanencia en la UE. Si nada de esto sucede, me temo que será difícil evitar una salida sin acuerdo.