miércoles, 31 de julio de 2019

Entrevista a John Gray (El País, 28/07/19)

John Gray (South Shields, Reino Unido, 1948) no cree en la idea de progreso. Al menos en ética o política, donde, observa “el declive es acumulativo”. El reputado filósofo cree que solo la ciencia y la tecnología avanzan, pero estos campos no responden a la eterna necesidad del ser humano de que “su vida tenga una historia, porque los humanos son la única especie consciente de que su vida está limitada por la muerte”. Gray, ateo declarado, se ha propuesto en su última obra, Siete tipos de ateísmo (editorial Sexto Piso), clasificar y desmontar todas las manifestaciones de rechazo a la religión de los últimos siglos. Llega a la conclusión de que al tratar de ofrecer alternativas a la idea de un Dios creador se sustituye esta creencia por otra similar, que venera a la ciencia, a la humanidad o a los impulsos de la naturaleza. Y siempre hay un mismo sentimiento monoteísta y un sentido histórico de avance hacia una redención. De los tipos de ateísmo que analiza, solo salva el defendido, desde la filosofía, por George Santayana, y desde la literatura, por Joseph Conrad. También el que llama el “ateísmo del silencio” de Arthur Schopenhauer, que renuncia a describir o refutar la realidad y se adentra en el terreno de la mística. PREGUNTA. Se muestra muy duro en su crítica con el nuevo ateísmo que han defendido Richard Dawkins o Christopher Hitchens. RESPUESTA. Es una repetición más simple del positivismo de Auguste Comte, una figura tan influyente que ha definido el marco del pensamiento actual sin que la gente sepa ya quién fue. Comte murió poco antes de que Darwin publicara en 1859 El origen de las especies, y distinguió varias fases en la historia del pensamiento: primero la magia; luego la metafísica o la filosofía; y finalmente la ciencia. Según defienden los nuevos ateístas, hoy nos encontramos en la fase científica de pensamiento, que reemplaza todas las anteriores. Pero Comte era inteligente, y sabía que la gente necesita algún tipo de religión, por eso se inventó “la religión de la humanidad”. Este concepto es muy interesante y atrajo a pensadores ingleses como John Stuart Mill o a novelistas como George Eliot, también a gente de toda Europa, no solo filósofos o científicos sociales, también a ingenieros, como los que construyeron el canal de Panamá. P. Usted rechaza la idea de la humanidad como “agente colectivo”. R. Si se parte del pensamiento empírico, lo que se observa es una especie animal: innumerables individuos que nacen y mueren, y que componen incontables modos de vida, grupos humanos y comunidades con conflictos diversos. No existe la humanidad como un agente colectivo que toma decisiones. No existe un sujeto colectivo que diga: “Ya he abolido la esclavitud, ahora voy a inventar algo llamado democracia”. P. Y si no existe ese sujeto colectivo, desaparece la idea de progreso, de avance. R. En ética o política, creo que el declive es acumulativo [risas]. La mayor parte de la historia —y así pensaban los antiguos griegos, los romanos, los chinos o los indios— se compone de largos periodos a la deriva, seguidos de largos periodos de avance. Como las estaciones: la primavera de la civilización, el apogeo del verano, y la muerte como conclusión. Hoy ese pensamiento es visto como algo tremendamente nihilista, porque el humanismo secular tiene una interpretación cristiana de la historia según la cual debe haber alguna narrativa de progreso, de mejora continua, de redención. El cristianismo, a diferencia de otras religiones como el budismo, es una religión histórica. Se basa en unos presuntos antecedentes históricos —Cristo vivió, predicó y fue crucificado— y contiene una narrativa, aunque oculta. P. Al estudiar las diferentes manifestaciones de ateísmo, parece sentir simpatía por lo que llama el “ateísmo del no progreso”, y lo centra en dos personajes opuestos como George Santayana y Joseph Conrad. R. Son completamente diferentes, sí, pero llegan a la misma conclusión. Santayana vivía en hoteles, le gustaba la vida contemplativa, se retiró a Toledo después de Harvard. Conrad recorrió el mundo, acumuló idiomas, vivió aventuras. Era un hombre de acción. “Mi ateísmo, como el de Spinoza”, decía Santayana, “es un sentimiento de piedad hacia el universo, y negar a aquellos dioses creados por los hombres a su imagen para convertirlos en servidores de intereses humanos”. No le interesaba la religión, ni su búsqueda de sentido. Los ateos actuales, sin embargo, no paran de buscar un sustituto al Dios que rechazan. P. Pero no se detecta cinismo en el ateísmo de Conrad. R. Conrad no es completamente cínico cuando se refiere a los seres humanos, ni mucho menos. Cree que dan lo mejor de sí mismos cuando hacen frente a eventos imposibles, a situaciones irremediables. La mejor faceta surge cuando te reafirmas en contra del destino: no puedes escapar a él, pero puedes rebelarte. Conrad creía que en las peores tragedias surgen los mejores seres humanos. El marinero en una emergencia sigue el código de conducta que comparte con sus compañeros y se lanza a salvar al mayor número de personas. P. ¿Los seres humanos siguen necesitando de la religión? “La historia se compone de largos periodos a la deriva seguidos de largos periodos de avance” R. Es inevitable. La diferencia entre los seres humanos y otras especies es que buscan un sentido a la vida. Y están dispuestos a morir por ese sentido. Es uno de nuestros rasgos fundamentales. Esto ata el sentido de su vida a algo, que puede ser un país, una civilización. Y cuando eso, sea lo que sea, desaparece, los seres humanos se desmoronan. P. ¿Sigue influyendo la religión en la política? ¿Puede ser un lastre? R. Sí y no. Sería prácticamente imposible que un candidato presidencial en EE UU ganara si se declara ateo. En Reino Unido, una religiosidad fuerte es una desventaja. “Esto de Dios aquí no se estila, Tony”, le dijo Alastair Campbell a Blair cuando intentó mezclar religión y política. La nueva extrema derecha europea, aunque muchos de sus líderes se presenten como ateos, abraza el cristianismo tradicional y sus valores: la familia o la nacionalidad. P. La filosofía no le aleja de la realidad, y su análisis político suele ser certero. ¿Qué pasará con la llegada de Boris Johnson a Downing Street? R. La perspectiva de un Brexit sin acuerdo ha aumentado significativamente. De hecho, ya solo podría evitarse si el propio Johnson convenciera a la Cámara de los Comunes para que aprobara una nueva versión del plan de May que tuviera el visto bueno de Bruselas, o si se celebraran elecciones y un Gobierno minoritario de laboristas y liberal demócratas impulsara un Brexit más suave o incluso la permanencia en la UE. Si nada de esto sucede, me temo que será difícil evitar una salida sin acuerdo.

El espíritu de la novela, por Antonio Muñoz Molina

Cada verano, en cuanto dejo atrás las obligaciones más o menos agobiantes de la temporada, compruebo la distancia, creciente para mí, entre la literatura y lo que se llama la vida literaria, entre las tareas solitarias de escribir y leer y el espectáculo de la presencia pública, entre la concentración y la paciencia del hacer callando y la fatiga y la necesidad de explicar lo que se ha hecho, lo que mejor sería dejar que se explicara por sí solo. Cada verano aprendo de nuevo que al escribir y al leer, en grados distintos, disfruto tanto que llego a olvidarme de mí mismo, pero que al publicar me vuelvo nervioso, inseguro, vulnerable, suspicaz, ansioso. Escribir es una afición y un trabajo que se vuelve soluble en las tareas y las distracciones de la vida diaria, en un fluir continuo que incluye caminatas, conversaciones, ocupaciones domésticas, siestas lectoras, salidas gratas para tomar algo y no volver a casa demasiado tarde. Publicar es exhibirse. LEER

jueves, 25 de julio de 2019

Entrevista a Dominique Schnapper, El País 21/07/19

P. ¿El referéndum sería un caso de la democracia llevada al extremo? R. Sea cual sea el sistema, no es el pueblo quien gobierna. El pueblo debe aceptar la legitimidad de sus representantes. Somos 66 millones de franceses y 66 millones de personas no pueden gobernar. La utopía en la que se basa nuestra democracia es que la elección por parte de los electores da legitimidad a un cierto número de representantes. Si esto no se respeta, entramos en el caos, y el caos nunca es bueno. P. ¿Estamos en esta fase? R. No lo sé. Pero es lo que temo: que en nombre de la democracia se instaure un caos, y un caos siempre acaba con gobiernos autoritarios o totalitarios. .../... P. En 1989, usted tenía una sensación de euforia, según explica en Trabajar y amar, sus memorias, como si hubiese ganado después de décadas de combates. R. Sin duda. La democracia había ganado, y sin hacer nada, solo mostrando que aguantaba mientras que los otros se descomponían. Durante unos años hubo una impresión de verdadera felicidad política. P. ¿Esto se acabó? R. Sí, la idea de que todo el mundo aceptará la democracia, que es cuestión de tiempo y que no hay otra idea que se le oponga acabó. Los chinos contraponen otra idea, Orbán [el primer ministro húngaro] tiene otra. LEER

sábado, 20 de julio de 2019

En busca de una salida, por Francesc Carreras

Podría servir la Ley de Claridad canadiense para resolver la situación creada en Cataluña desde 2012? Aunque su trasposición a España no fuera, naturalmente, de forma mecánica y literal, ¿su filosofía de fondo podría inspirar algún tipo de solución?.../... Establecido todo lo cual, si intentamos responder a las preguntas iniciales de este artículo, llegamos a la conclusión de que la solución canadiense poco tiene que ver con las posibilidades constitucionales españolas, ni tampoco conviene políticamente.../... Sin embargo, cierta filosofía de fondo de la solución canadiense debe tenerse en consideración. En efecto, la secesión de parte del territorio de un Estado puede ser democráticamente aceptable y conveniente si una mayoría muy cualificada de su población (por ejemplo, el porcentaje que se exige en las Cámaras para reformas constitucionales) vota de forma reiterada en sucesivas elecciones legislativas a partidos claramente secesionistas. En este supuesto no cabría alegar razones democráticas para que las autoridades del Estado se negaran a negociar tal secesión siempre dentro de los cauces constitucionales, con garantía de la igualdad de derechos y libertades de todos los ciudadanos respecto a la situación anterior y, en el caso de formar parte de organizaciones supranacionales, como es la Unión Europea, con el acuerdo de estas. Nuestro mismo Tribunal Constitucional ha dejado una puerta abierta a que ello pueda tener lugar. Una salida para la situación catalana podría orientarse en este sentido.

martes, 16 de julio de 2019

Y sin embargo, por Enric González

España está acostumbrándose a celebrar elecciones generales como se celebran las fiestas mayores: anualmente y sin mayores consecuencias que un punto de resaca. También parece haber adquirido el hábito de ir tirando con los presupuestos del año anterior, que a su vez son del año anterior, etcétera. Cuenta con unos políticos que dan para lo que dan, y no más, como comprobamos de forma cotidiana. Y con unos partidos que son lo que son: entre los que dicen hablar en nombre de la Nación, los que dicen hablar en nombre del Pueblo y los que dicen hablar en nombre de la Nación, el Pueblo y la Historia (una rica especialidad catalana), más unas cuantas líneas rojas y unas cuantas líneas torcidas, ¿cómo no regocijarnos ante las urnas?.../... Y, sin embargo, aquí seguimos. Los siglos han demostrado que, pese a nuestros denodados esfuerzos, no somos capaces de destruir España. Cabe sospechar que, llegados a este punto, ni siquiera estamos dispuestos a repetir eso que históricamente tan bien se nos ha dado: destruir la convivencia. Quizá, sin darnos cuenta, hayamos conseguido el sistema que mejor se adapta a este país complicado y propenso a la autolesión: un sistema malo, pero irrompible. LEER

lunes, 15 de julio de 2019

Por escrito. Y público y transparente, por José María Izquierdo

Por eso, enrabietado, blande el bastón en su modesto sotabanco, asustado ante la implacable ola de calor, y se grita a sí mismo, si bien dirigiéndose a unos protagonistas de la vida política que ni le ven ni le oyen, que aunque ya no quedan muchos sueños por los que apostar, hay uno que ha permanecido agazapado durante años y que ahora, precisamente ahora, podría llegar a cumplirse: un Gobierno de izquierdas. Qué pareja de palabras tan guapas y tan bien avenidas, que solo de enunciarlas da gusto verlas pasear. Admiren de nuevo, señores, tan bella eufonía: Gobierno de izquierdas. ¿Y quién impide que se produzca tal cosa? Pues los dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos, dicho así a las bravas, que para qué nos vamos a complicar la existencia, se dice José K., harto de leer, y ver y oír, las mismas pamemas en periódicos, radios y televisiones, repetidas una y otra vez por esos portavoces de los partidos que hablan con voz de plástico y emiten peroratas de plástico.../.. Pues recordemos, por ejemplo, que la batalla de Madrid se ha perdido, y no sabemos para cuánto, por la absoluta incompetencia de la izquierda, incapaz de hacer un frente común ante la que se avecinaba. Ahí está el desastre, ahí nos colma la amargura. LEER

Pasado y presente, por José Álvarez Junco

Dicho de otra manera: la multiculturalidad, la aceptación del diferente, el reconocimiento de sus derechos, a la vez que la fuerte convicción de los nuestros, se derivan de la comprensión de la complejidad de los problemas pasados; lo cual es un síntoma de personalidad sólida, y no débil, como tiende a creer el llamado sentido común, criadero de demagogias. La amnesia, en cambio, la ignorancia, la simplificación y sacralización del pasado, llevan al dogmatismo y al odio hacia los diferentes; indicio, de nuevo, de cualquier cosa menos de principios fuertes. Conocer y aceptar la historia, comprender las muchas maneras de evaluar las culpas ante los crímenes y tragedias ocurridos, ser consciente de la fragilidad de las identidades heredadas, crea ciudadanos dotados de mayor sentido crítico, más responsables, más independientes, más capaces de enfrentarse con autoridades abusivas, de defender los derechos y libertades propios y reconocer los ajenos. LEER

lunes, 8 de julio de 2019

Entrevista a Stephan Lessenich en El País 30/06/19

Atormentarse de forma individual no sirve para nada. Como mucho te sentirás un poco mejor después de haberte atormentado, pero ninguna solución será individual. Será colectiva o no será. Colectivamente hemos decidido no ser conscientes de lo que implica nuestro modo de vida y sus consecuencias. Es comprensible que la gente no quiera hacer cambios radicales en su vida, como dejar de utilizar el coche, y por eso de manera avariciosa aceptamos que las cosas sean como son. Pero nuestro estatus solo es posible aquí porque hay otros estatus diferentes en otras partes del mundo. No hay más que fijarse en la esperanza de vida y lo desigual que es, dentro de Alemania y también entre países. Es la lotería del lugar de nacimiento.../... Tenemos que cambiar la manera de consumir y de producir. Tenemos que consumir menos, producir menos; es una cuestión de tener menos.../... Hay que ampliar nuestro concepto de democracia a la economía, reducir el poder de las grandes empresas. Tiene que ser un cambio que venga desde abajo, de la gente del sur que se organice; y en los países ricos de la mano de gente que no quiera verse obligada a tener que hacer daño a otros para poder vivir. Incluso los más pobres en nuestras sociedades, si quieren vivir, tienen que consumir camisetas a 99 céntimos o carne a dos euros el kilo. Hemos reducido los costes de producción de manera artificial. No internalizamos los costes reales, los sociales, los ecológicos, y por eso podemos producir ropa y teléfonos inteligentes baratos. La motivación tiene que ser la conexión con la gente que al final paga por nuestro estilo de vida.