La vida es breve, pero los libros nos ofrecen la ilusión de percibir en torno a nosotros el aleteo de la inmortalidad. Porque los libros, de algún modo fantástico, vencen a la muerte. Uno siente el aliento vivificador de los muertos (“escucho con mis ojos a los muertos”), y aprende a admirar a sus contemporáneos, y al admirarlos, aprendemos también a amarlos.
LEER
No hay comentarios:
Publicar un comentario