viernes, 29 de noviembre de 2019

El desfile de modelos, por Enric González

Veamos desfilar también los modelos europeos. En España, Vox proclama que el Estado autonómico que establece la Constitución es caro y disfuncional y quiere suprimirlo. Prefiere la discreta elegancia de un sistema centralista como el francés, que ha logrado convertir París y dos o tres ciudades más en fortines contra los que se alza una Francia suburbana y rural con servicios públicos de segunda clase. Muchos admirábamos el inefable montaje británico, que sin Constitución escrita y a base de tradiciones y sobrentendidos logró combinar durante muchísimos años los ideales de libertad y orden; ahora combina a Boris Johnson, Jeremy Cor­byn y el duque de York con el salto al vacío del Brexit. LEER

Entrevista a Thomas Piketty (El País, 24/11/19)

P. Propone un impuesto del 90% sobre el patrimonio de los más ricos. ¿Por qué el 90% y no expropiarlos? R. El objetivo es hacer circular la propiedad, permitir que todo el mundo acceda a ella. El impuesto sobre la propiedad permitiría financiar una herencia para todos de 120.000 euros a los 25 años. Ahora la mitad de la población no posee patrimonio. Aunque uno tenga un buen diploma y un buen salario, puede que una parte importante del salario sirva para pagar toda la vida un alquiler a hijos de propietarios y carezca de medios para crear su propia empresa. P. ¿Todos propietarios? R. Quiero una sociedad en la que todo el mundo pueda tener algunos centenares de miles de euros, y en la que algunos que crean empresas y tienen éxito tengan unos millones de euros, quizá a veces unas decenas de millones de euros. Pero, francamente, tener varios centenares o miles de millones no creo que contribuya al interés general. Hoy tenemos muchos más ricos con mil millones o más en Estados Unidos que en los años sesenta, setenta u ochenta. La promesa de Ronald Reagan en los años ochenta era que se reducirían los impuestos para los empresarios y que, aunque esto crearía más desigualdades, no sería grave porque habría tanta innovación y crecimiento que los salarios e ingresos aumentarían como nunca. Lo que se observó fue que el crecimiento se dividió en dos. LEER

La invisibilidad del poder, por Jordi Gracia

La impugnación del relato teológico y teleológico de la Transición fue una campaña antigua en él, pero lo fue también la crítica decidida, dura y metódica a la relajación inexplicable de los controles del poder por parte de los socialistas: el empantanamiento grogui en la corrupción sistémica hasta 1996 fue el acicate para redactar (y dejar inédito) Corrupción y política: los costes de la democracia. Ese fue también Pradera, cuando ya no dirigía Alianza Editorial pero meditaba a distancia sobre las complejidades de la democracia como codirector, con Fernando Savater, de Claves de razón práctica, y se asomaba al examen de la Transición y la democracia para aparecer, a vista de hoy, como el mejor analista que ha tenido aquel proceso y el primer y más corrosivo crítico de sus auténticas flaquezas. LEER

Entrevista a Michael Fullan (El País 26/11/19)

P. ¿Por qué es tan importante que los docentes trabajen conjuntamente para cambiar el sistema? R. Antes de dedicarme a asesorar a los Gobiernos era investigador. Uno de mis trabajos mostró que cuando los profesores están en el aula solos no lo hacen tan bien como cuando colaboran. Es un fallo histórico de la profesión, el aislamiento en el aula. La mentalidad es la de 'estoy solo en mi clase y no quiero que nadie me moleste'. Eso conlleva una limitación; solo aprenderá nuevos contenidos que estén a su alcance, se pierde la riqueza de los descubrimientos de sus colegas. Si el Gobierno impone el trabajo colaborativo entre docentes, por ejemplo, compartir un aula, no funcionará. La estrategia para el cambio tiene que ser sofisticada. Los buenos resultados llegan cuando los directores promueven esa colaboración. El modelo vertical no funciona. Los países que han intentado imponer nuevas reglas han fracasado. Desde que PISA empezó a medir los resultados internacionales en el año 2000, la mayoría de los países siguen estancados en los mismos resultados. Es una consecuencia directa de las malas políticas educativas. LEER

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Vuelta al pasado, por Julio Llamazares

Cuarenta años de democracia —30 de ellos integrados en Europa— han hecho creer a muchos españoles que nuestra historia no es la que fue y que nuestra tradición democrática es la misma que la de los franceses o los ingleses. Y no es así. Los españoles venimos de donde venimos, esto es, de siglos de intolerancia y enfrentamientos entre nosotros y de una dictadura que laminó cualquier intento de convivencia y cuyas consecuencias perviven en el tiempo. Si a ello le añadimos un atraso cultural afortunadamente muy mitigado en estas últimas décadas y un patriotismo mal entendido que pervive en amplias capas de la población y que nada tiene que ver con la de los habitantes de los países de nuestro entorno, para los que el patriotismo es un sentimiento, no una ideología, tendremos la explicación a las diferencias que caracterizan a la política española, comenzando por su exacerbación. Parece que es imposible que nuestros políticos hablen con normalidad. Siempre están al borde del enfrentamiento. LEER

domingo, 3 de noviembre de 2019

Prohibido romperse, por Eparquio Delgado

La resiliencia se parece bastante a un cuadro de Monet. De lejos fascina, pero al acercarte se desdibuja y se convierte en una amalgama de trazos inconexos. La mayoría de las definiciones aportadas hasta el momento hablan, de una u otra manera, de un afrontamiento positivo en respuesta a la adversidad, lo que no hace más que desplazar el problema (¿A qué llamamos “afrontamiento positivo”? ¿Qué es objetivamente una “adversidad”?). No está claro si se trata de una capacidad, una competencia o una habilidad. Si se refiere a un proceso o a un resultado. Si se trata de un fenómeno estable o cambiante en el tiempo, o si debe ser abordada como un rasgo o como un fenómeno interactivo. Todo el mundo habla de resiliencia, pero nadie consigue identificarla con rigor. A pesar de que la investigación sobre la resiliencia ha insistido en el papel de los vínculos familiares, el apoyo social, los cuidados y el ambiente del individuo como factores de protección ante las adversidades, las intervenciones se han centrado principalmente en promover características individuales como la flexibilidad, la autoestima, la perseverancia y las estrategias de solución de problemas. LEER

Puedes tenerlo todo, por Antonio Muñoz Molina

El único sitio del mundo donde el edén virtual se ha cumplido, aparte de en los anuncios, es en Cataluña. Solo allí es posible disfrutar al mismo tiempo de una cosa y de su contraria, elegir algo y seguir teniendo algo más. Se puede presidir el Gobierno establecido y al mismo tiempo ponerse a la cabeza de una sublevación, todo eso cobrando un sueldo que es el doble del que cobra el presidente del Gobierno opresor. Se puede participar en una huelga de estudiantes universitarios y al mismo tiempo no perder el curso, dado que las autoridades académicas, con paternal y maternal indulgencia, suprimen el estorbo de los exámenes parciales, a fin de que esos jóvenes puedan ejercer su rebelión sin llevarse sinsabor alguno. Puedes imaginarte que participas en una especie de temeraria intifada, emboscado bajo la capucha de una sudadera de marca, tirando piedras y bengalas contra la policía, y al día siguiente tus padres se manifestarán quejándose de que los guardias invasores no te trataron con el mimo que mereces. Se puede repetir esa consigna escalofriante, “Las calles serán siempre nuestras”, y al mismo tiempo considerarse víctima de unas “fuerzas de ocupación”, uniendo así la jactancia del que manda con la dignidad moral del oprimido. Solo en la Cataluña de ahora está permitido hacer gala de un pacifismo entre evangélico y gandhiano y al mismo tiempo celebrar las oportunidades de “visibilización” que ofrece la violencia vandálica. Por la noche se puede uno dar el gusto de quemar autobuses y contenedores de basura y a la mañana siguiente encontrará que unos operarios diligentes han remediado los destrozos, y que junto a esa misma marquesina que derribó o incendió anoche volverá a detenerse a su hora otro autobús intacto que no solo lo llevará a su destino, con gran comodidad y a un precio conveniente, sino que además podrá ser incendiado a su vez esta noche. Puedes tenerlo todo. Puedes viajar en el tren y puedes cortar las vías. En lugares menos avanzados, los trabajadores que van a la huelga pierden días de salario y corren el peligro de perder también el trabajo. Tú puedes declararte en huelga y como los activistas que la convocan son también tus superiores recibirás felicitaciones en vez de sufrir represalias. Puedes declararte víctima y mártir de la represión y lanzar a un policía una piedra o un objeto metálico que le atraviese el casco y le rompa el cráneo y dé con él, entre la vida y la muerte, en la UVI de un hospital. Si se da el caso de que te guste la ópera, puedes disfrutar de una función de gala en el Liceu, y además de beneficiarte de los muchos millones que puso el Estado para financiar su rápida reconstrucción después del incendio, tendrás el privilegio añadido de gritar consignas contra la opresión que dicho Estado te hace padecer. Puedes llamar perros, simios, hienas con forma humana a los que consideras tus adversarios, y a la vez sostener, con la conciencia perfectamente limpia, que los xenófobos son ellos. Puedes quedarte ronco exigiendo libertad de expresión y al mismo tiempo sumarte a un grupo amotinado para suprimir la libertad de expresión de otros más débiles que tú. Puedes hacerte selfis joviales delante de la hoguera que amenaza una casa de vecinos o una gasolinera, y luego compartirla en las redes sociales, y a la vez sentir que formas parte de uno de esos pueblos avasallados durante siglos, judíos o negros sudafricanos o kurdos. Puedes tener un yate imponente y una mansión en la Costa Brava y caldearte por dentro con la seguridad moral de los perseguidos y la adrenalina ardiente de los revolucionarios con solo plantar una bandera estelada sobre el tejado de la mansión o el mástil del yate; y cenar langosta en cubierta y a la vez imaginarte que formas parte de la tripulación del Granma y vas a empezar una sublevación como la de Fidel Castro contra Fulgencio Batista. Siempre habrá quien acabe pagando: quien recoja los cristales rotos y las bolsas de basura reventadas, ataje el fuego, procure restablecer a su alrededor algo de cordura. Asombrosamente, son los más responsables los que mejor saben ponerse a salvo de cualquier consecuencia de lo que ellos mismos desataron. Vivir como en el interior de un anuncio en el que puede tenerse al mismo tiempo todo ha sido siempre un privilegio de clase. LEER

viernes, 1 de noviembre de 2019

Entrevista a Emilio LLedó, 26/10/17

Creo que cualquier bandera entorpece. Lo que tenemos que tener es una bandera de justicia, de bondad, de educación, de cultura, de sensibilidad, de filantropía, otro sustantivo maravilloso de los griegos, el amor a los otros. Pero trazar fronteras me parece una equivocación. No lo entiendo. Ahora hay que ser un poco radical y un poco generoso, y entender y estudiar. Yo me sentí en mi país desde los Pirineos hasta la isla más al sur de Canarias. Me parece un terrible error, porque se están olvidando problemas mucho más importantes de nuestro país con esta historia de los nacionalismos, se están olvidando de la corrupción de un lado y de otro. Hay un gran señor de un nacionalismo que vendió su ideología y tiñó el nacionalismo de la patria y resulta que lo que verdaderamente estaba haciendo era llevándose el dinero a Andorra. Pues nadie habla de eso. Tampoco se habla de los Bárcenas ni de los Ratos. LEER