Cuando hace unos días Aznar afirmó que Cataluña era una Comunidad Autónoma fallida se equivocaba. La nación fallida es España. Sí, si no lo fuera no tendríamos el problema que tenemos al otro lado del Ebro. O, ya con menor intensidad, en Euskadi. Lo que Aznar y los suyos son incapaces de ver es que una nación no es una entidad metafísica construida de forma apriorística. En esto nada les distingue de los así llamados nacionalismos periféricos. Todos ellos parten del presupuesto de que si los datos empíricos se apartan del ideal, pues peor para la realidad. A esta habría que introducirla así en una especie de lecho de Procusto para que se conformara a aquel.
Tengo para mí que el uso partidista de los símbolos comunes es la actitud contraria de lo que debería ser un patriotismo bien entendido. El auténtico patriota es el que no excluye de la nación a quienes no tienen la misma concepción del ser nacional ni utilizan esta como arma en la confrontación política. Como si hubiera una forma buena y otra mala de ser español. ¿Que esto es lo que hacen los independentistas, señalar a quienes no comparten su visión del sol poble? Pues razón de más para no caer en esta espiral.
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