Los romanos trajeron el latín a la península Ibérica y el idioma fue aclimatándose al entorno. Su código asimiló vocablos preexistentes y de esa combinación entre la nueva norma culta y las palabras viejas nacieron dialectos que convivieron durante varios siglos. La filología considera que esos dialectos —gallego-portugués, asturleonés, castellano, navarro-aragonés, catalán, las distintas variantes mozárabes— adquirieron la categoría de lenguas cuando desapareció aquella que los había engendrado. Su evolución fue desigual y dependió mucho del peso político que iban adquiriendo sus respectivos ámbitos geográficos. Cuando Alfonso X sustituyó el latín por el castellano, este idioma asumió la hegemonía comunicativa en lo que tiempo después sería el Reino de España.
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