Según datos de 2017 de la OMS, el suicidio es la tercera causa de mortalidad de adolescentes en el mundo, la primera en Europa, y la tasa sube año tras año. Mientras eso pasa, los adultos seguimos convencidos de que la soledad, la incomprensión y el vacío que a veces sobrevienen en esa etapa no son problemas de la condición humana, sino “cosas de adolescentes”. Como quien menta —qué alivio— una peste con fecha de caducidad.
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