Me voy a tomar tres licencias en este artículo. La primera es el uso del plural. Resulta peligroso proyectar las ilusiones y las deudas de uno en los sentimientos de un Nosotros colectivo. Pero también resulta inevitable cuando se trata de meditar sobre una forma de convivencia social. Allí donde existen los conflictos el Todo es imposible y, al mismo tiempo, la configuración de un Nosotros parece muy conveniente para defender una esperanza.
La segunda licencia será abstenerme de dar consejos. Desde que leí el ensayo sobre “El narrador” de Walter Benjamin, sé que ni siquiera la experiencia de la catástrofe da crédito en la sociedad de hoy a la hora de contar una historia. Uno de los ejes que articula la cultura moderna es el descrédito de la experiencia. Por eso creo más conveniente no dar consejos y limitarme a hacer memoria de cosas pendientes para un posible Nosotros. Las deudas que paso a enumerar no son rumores de internet, sino piezas constituyentes de la realidad que vivimos.
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