lunes, 22 de octubre de 2018

Corrupción española, por Santos Juliá

Escribía Karl Marx que nunca, jamás, ninguna revolución había ofrecido espectáculo tan escandaloso en la conducta de sus hombres públicos como la española, emprendida en interés de la “moralidad”. Ya fueran partidarios de Espartero, ya lo fueran de Narváez, los partidos que formaron la coalición de 1854 se habían preocupado sobre todo de repartirse “el botín de cargos, empleos, salarios, títulos y condecoraciones. Marx en 1854, Valera en 1873, Costa en 1901, Azaña en 1930 coincidían en que la corrupción, más allá de definir las políticas del sistema, afectaba al corazón mismo del sistema de la política. LEER

Enmascarar la realidad, por Joaquín Estefanía

Existe una serie de conceptos a nuestro alrededor en el mundo de la política, la economía y lo público que, siendo utilizados masivamente, contribuyen a esa manipulación del lenguaje que debilita la calidad de la democracia y contribuyen a destruirla o a debilitarla. Las “armas inteligentes” son aquellas que deben matar a los malos y perdonar la vida a los buenos, y al “banco malo” se le endosan los activos tóxicos del resto de las entidades que de esta forma se convierten implícitamente en bancos buenos. La “confianza” se atribuye siempre a los mercados, para lo que hay que hacer siempre las mismas cosas: bajos salarios, deterioro de las pensiones, reducir el papel del Estado, flexibilizar el mercado de trabajo, etcétera. LEER

Salvamento, por Manuel Vicent

El terrible espectáculo de los inmigrantes huidos del hambre y de la guerra, que son rescatados en el Mediterráneo, de hecho, supone una operación contraria de salvamento. Son ellos quienes vienen a salvarnos. Ahora estos náufragos limpian el cúmulo de basura que dejan nuestros adorables adolescentes después de los conciertos y los botellones, piden limosna en la puerta de los rebosantes supermercados, realizan los trabajos más duros que nadie quiere, contemplan con las manos en los bolsillos el paso de la historia por las esquinas. Cuando en el futuro los descendientes de estos esclavos sean tan señores como usted, a ellos deberá Europa agradecer el no haberse extinguido como una vieja caduca, egoísta y achacosa. LEER

Sobre la política, por Luis García Montero

La política democrática es un debate sobre los asuntos públicos, no una pelea crispada por las escrituras de propiedad de un cortijo. Las formas, los procedimientos, las instituciones son un modo de reconocer al otro, una experiencia democrática a la hora de admitir que la nación es un lugar compartido. Muchas personas que no han sentido su tierra como una propiedad particular recibieron por ello la acusación de no ser buenos españoles, buenos catalanes o buenos vascos. El desprestigio público de la política supone, nada más y nada menos, que el desprestigio público de la única vía que la democracia tiene para regular lo público. Es el deterioro de su propio ser. La corrupción, el sectarismo, las mezquindades internas, el cuanto peor mejor, desembocan en sociedades que no pueden confiar en sus instituciones, entendidas también como cortijos por unos poderes económicos que imponen su ley como justicia. El desprecio a la convivencia se apodera del interior de las instituciones democráticas y deja a la política sin su razón de ser.

domingo, 14 de octubre de 2018

Si los populistas son el problema, ¿cuál es la solución?, por Antón Costas

a indignación de los progresistas contra los populistas está muy bien, pero no es suficiente para derrotarlos en las elecciones. La razón es que no están planteando bien la batalla. El problema no son los populistas, sino saber por qué tantas personas los apoyan pese a los riesgos que significan. Mientras las élites no acepten que tienen una importante responsabilidad en el ascenso de los populistas, difícilmente se conseguirá derrotarlos. En este escenario político de ascenso de la extrema derecha, el triunfo de Emmanuel Macron en Francia —o el Gobierno socialista de Pedro Sánchez— puede ser el canto del cisne antes del triunfo total del populismo en Europa. LEER