La realidad de los niños y adolescentes cayendo en las redes de la esclavitud, la guerra, la prostitución o el tráfico humano son parte de nuestra historia transnacional cotidiana. Ahora las noticias nos recuerdan que Europa está llena de niños y niñas perdidos. Con cada infancia aniquilada va desapareciendo nuestra propia humanidad. Desaparecen los cimientos de nuestra existencia. Nuestro futuro se evapora, como nuestra capacidad para creer en la bondad y la inteligencia. ¿Para qué sirve tener poder tecnológico y avances científicos si no podemos ayudar a los niños? ¿No es la infancia el germen que da sentido al tiempo y lo que significamos en este planeta?
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