Dicen los expertos que a partir de los 12 años los índices de lectura caen en picado. Llegados a la adolescencia, los niños que leían a buen ritmo por prescripción escolar dejan de hacerlo. ¿Revolución hormonal? ¿Cambio de intereses? ¿Rebelión ante las recomendaciones adultas? De todo un poco. Pero, sobre todo, parece que una de las cuestiones que más les aleja de las lecturas recomendadas es la "afrenta" que supone para ellos, que ya se consideran "mayores", que se les recomiende leer literatura "juvenil", calificativo que les remite, irremediablemente, a la literatura infantil de "cuando eran pequeños".
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