miércoles, 25 de marzo de 2020

El regreso del conocimiento, por Antonio Muñoz Molina

Por primera vez desde que tenemos memoria las voces que prevalecen en la vida pública española son las de personas que saben; por primera vez asistimos a la abierta celebración del conocimiento y de la experiencia, y al protagonismo merecido y hasta ahora inédito de esos profesionales de campos diversos cuya mezcla de máxima cualificación y de coraje civil sostiene siempre el mecanismo complicado de la entera vida social. En los programas de televisión donde hasta hace nada reinaban en exclusiva charlistas especializados en opinar sobre cualquier cosa en cualquier momento, ahora aparecen médicos de familia, epidemiólogos, funcionarios públicos que se enfrentan a diario a una enfermedad que lo ha trastocado todo y que en cualquier momento puede atacarlos a ellos mismos. Cada tarde, a las ocho, sobre las calles vacías, estalla como una tormenta súbita un aplauso dirigido no a demagogos embusteros sino a los trabajadores de la sanidad, que hasta ayer mismo cumplían su tarea acosados por los continuos recortes, la falta de medios, el desdén a veces agresivo de usuarios caprichosos o quejicas. Ahora, salvo en los reductos consabidos, no escuchamos eslóganes, ni consignas de campaña diseñadas por publicistas, ni banalidades acuñadas por esa especie de gurús o aprendices de brujo que diseñan estrategias de “comunicación” y a los que aquí también, qué remedio, ya se llama spin doctors: engañabobos, embaucadores, vendedores de humo. LEER

martes, 24 de marzo de 2020

Entrevista a Michel Feher (El Pais, 15/03/20)

PREGUNTA. Sostiene usted que el auge de la extrema derecha es consecuencia del neoliberalismo y no, como se ha defendido, una reacción contra las élites económicas. RESPUESTA. Hay que poner contexto para entenderlo. En los años noventa, los Gobiernos desarrollaron las políticas del crédito: los países más desarrollados desmantelaron el Estado del bienestar y quitaron poder a los sindicatos porque querían atraer a inversores ofreciéndoles las condiciones más favorables. Como aquellos Gobiernos tenían que ser reelegidos, optaron por promesas tipo: “No os podemos ofrecer más beneficios que la seguridad social, pero os mejoraremos y convertiremos en empleables. No prometemos más ayudas públicas, pero presionaremos para que los mercados os den dinero, os hipotequéis con casas y estudios y así seréis solventes”. Se convirtió a los ciudadanos en activos. Aquello generó más precariedad. Después, con la crisis financiera de 2008, los Gobiernos salvaron a los bancos y no a la gente. P. Entonces, ¿se equivocó Podemos cuando quiso reformular la idea de patria o cuando Errejón centró parte de su discurso en la bandera española? R. Aquello fue un error terrible. Garrafal. No funciona ni a nivel táctico ni a nivel moral. Básicamente, los afectos y emociones de la derecha no son los mismos que los de la izquierda y, por tanto, no se deben trasladar. La indignación no es lo mismo que el resentimiento o ressentiment [lo enfatiza en el francés original]. No es lo mismo indignarse frente a las injusticias que pensar que hay gente ahí fuera que está disfrutando de cosas que deberían ser mías. Pensar que puedes trasladar ese ressentiment de la derecha a la izquierda es, en primera instancia, una fantasía y, en segunda, está mal y es terrible. Por suerte, en España solo coquetearon con esa idea poco tiempo. En Francia y Alemania no ha sido así y ahí están los pésimos resultados. LEER