No sé cómo tratan a un ministro cuando llega a las urgencias de un hospital público, pero dudo que lo aparquen en un pasillo. Dudo incluso que se les muera en un rincón y que los médicos piensen que se ha ido porque lo han llamado por la megafonía sin obtener respuesta. Hace poco falleció de ese modo un desigual. En realidad, se había ido, pero al otro barrio. La cuestión es que lo trataron de forma desigual porque saltaba a la vista que pertenecía a esta categoría. Se podría decir que cumplieron los protocolos, así que no hay caso. Como no estamos por la labor de atenuar las fronteras entre la igualdad y la desigualdad, sino todo lo contrario, de aquí a poco nos darán carnés de una cosa u otra, de modo que, cuando usted solicite un servicio del Estado, sepan enseguida si darle una patada u ofrecerle un café.
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