Duchamp cuestionó lo que podía ser el arte exponiendo un urinario en la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Pero a usted no le interesa. Porque optó por convertirse en un artista enigmático jugando al ajedrez durante 20 años.
Para mí eso irradia una actitud muy europea de cansancio y falta de interés por el mundo, incluso de cinismo, que también forma parte del legado europeo. Tengo una relación de amor-odio con Duchamp y otros artistas, como Bruce Nauman, porque trabajaban con la seguridad de estar en el centro del mundo. América en los ochenta, París en los veinte. Eso ha cambiado. Ahora es posible trabajar en la periferia y mostrar tu trabajo en el Reina Sofía, algo impensable hace 20 años.
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