Mientras nuestros festejos tradicionales consistan en arrojarse tomates unos vecinos a otros, tirar petardos, descabezar a gansos colgados por las patas de una cuerda para diversión del público, empujar toros al mar para lo mismo, bañarse colectivamente en vino, reventar caballos al galope en romerías a vírgenes a las que nadie visita luego o participar en competiciones consistentes en ver quién come más huevos, más albóndigas o más kilos de fuet este no será un país normal. Estaremos en las instituciones europeas, pero no somos un país normal.
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