Tras subir lentamente las escaleras, arrastrado por la apretada multitud de pasajeros, sale por la boca del metro de Syntagma, justo delante del Parlamento, en el momento mismo en que el reloj señala laa nueve en punto. A esta hora la muchedumbre llena la plaza, y Dimitris Christoulas desconcertado por el movimiento que observa a su alrededor, busca refugio detrás de un árbol. Enseguida saca el revólver del bolsillo derecho de su americana para dirigirlo a su sien. Cuando su dedo índice roza el gatillo...