Porque los tengo muy vistos, certifico que se parecen como un Zara a otro Zara, aunque sean de siglas opuestas. Me refiero a cierta estirpe de cargos, carguitos y cargazos públicos. Esos que en cuanto tocan pelo, perdón, presupuesto, y les ponen un despacho, una secre y un séquito de esbirros se creen los reyes del mundo. Y lo son, en efecto, según les cantan los palmeros que eligen como segundos con el doble fin de que no les hagan sombra y que les digan que sí a todo. Esos pelotas que les recuerdan lo listos que son, lo guapos que están y el tipo que tienen aunque les rebose la panza sobre el cinto, mientras tejen su propia red de duodenos agradecidos en un colegueo de favores y privilegios que solo acaba donde termina esa trama de confianza que da tanto asco a todos menos a ellos.
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